La alegría está vinculada en el Evangelio a la sorpresa inesperada que acontece ante el actuar liberador de Jesús. Surge como reacción ante algo que no era previsible ni lógico. Lo del Dios de Jesús coge por sorpresa: a unos les provoca alegría y fiesta y a otros envidias y murmuraciones. El mismo Evangelio nos mostrará toda una galería de personajes que no están para fiestas. Son los que no soportan tanta ternura como muestra Jesús hacia los que sólo habría que sentir asco y desprecio.
Con Jesús ha vuelto la alegría a la Casa de Israel y el nuevo Pueblo de la Pascua es el Pueblo de la Alegría que celebra y festeja lo que acontece e irrumpe en Jesús. Esa alegría es la que pudimos expresar con el canto que aclama durante la Vigilia Pascual que celebramos el pasado sábado en la Iglesia del Centro Arrupe. ¡No nos dejemos robar la alegría!