Domingo 29 del Tiempo Ordinario. Ciclo B (Marcos 10, 35-45)
¿Sabían Santiago y Juan lo que pedían? En lógica humana, claro que lo sabían. Esta petición sigue al tercer anuncio que hace Jesús de su pasión y resurrección. Ellos piensan: se acerca el final, la “gloria” y se trata de estar bien situados en ese momento decisivo: “uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. Después de todo lo que hemos caminado contigo, ¿qué menos? Y todos los demás “se enfadaron con Santiago y Juan” porque también ellos aspiraban y peleaban por los mismos puestos. Peleas por el poder, la relevancia, el prestigio… El domingo pasado el evangelio del joven rico nos hablaba del tener; hoy se nos habla del poder.
La respuesta de Jesús es tajante: “No sabéis lo que pedís”. El mismo Jesús que accede con bondad a tantas peticiones en el evangelio, peticiones de pecadores, de marginales, de paganos… les niega categóricamente esta petición a sus discípulos. “¿Sois capaces de beber la copa que yo he de beber?”, esa copa amarga que Jesús pide al Padre en Getsemaní que le ahorre: “aparta de mí esta copa” (Mc 14,36). Ellos, en su inconsciencia y en su delirio de poder, dicen que sí, pero aún así Jesús les vuelve a negar su petición “sentaros a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo”.
La lógica de Jesús y del evangelio no es la del poder, sino la del servicio: “este Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida”, y en esa lógica no tiene ningún sentido la petición de los apóstoles. No es una petición ni una oración que nazca del Espíritu de Jesús, sino de la ambición humana y de la lógica del tentador; una vez más, Jesús pudo decir aquello que le dijo a Pedro en Cesarea: “¡Aléjate Satanás! Quieres hacerme caer. Piensas como los hombres, no como Dios” (Mt 16,23).
Son muchas las lecciones que este evangelio nos da para nuestra vida de seguimiento del Señor. Quiero señalar solamente dos.
Una es sobre nuestra oración, y, en concreto, sobre nuestra oración de petición. ¿Qué pedimos al Señor? ¿De dónde nacen nuestras peticiones? ¿Hacia dónde apuntan? No podemos pedir cualquier cosa, ni podemos pedir cosas que vayan contra la lógica misma del evangelio. Sinceramente, más de una vez tendríamos que hacer un examen y un discernimiento sobre nuestra oración, y, en concreto, sobre nuestra oración de petición. No todo vale. Más de una vez el Señor nos dice como a Santiago y a Juan “no sabes lo que pides”.
La segunda, la “gloria” en la lógica de Jesús y del evangelio no tiene nada que ver con la gloria humana. No es la gloria del poder, del figurar, del sobresalir… La gloria evangélica es la gloria del servicio y de la entrega, y, dicho de otro modo, la gloria de entregarse cada día en el servicio. Esa es la petición que el Señor sí escucha y atiende: pedir la gracia de saber darnos y entregarnos en el servicio cotidiano a Dios y a nuestros hermanos.
Darío Mollá SJ