Domingo 19 del Tiempo Ordinario. Ciclo B (Jn 6,41-51)
El evangelio de Juan, vivido y no sólo escrito por la comunidad del evangelista, percibe con hondura que Jesús es el que viene del Padre, el que viene de las entrañas del Padre, el que ha “visto” al Padre, el hombre que viene de Dios. La comunidad confiesa que, en todo lo vivido y acontecido por y en Jesús, se nos muestra el Dios de la Vida. Es él el que nos muestra que el Misterio Absoluto se acerca como Fuente de la Vida, como Pan de Vida, como sustento permanente, vital y gozoso.
La comunidad de Juan se acerca a Jesús y encuentra Vida, encuentra Fortaleza y, sobre todo, una incondicionalidad por su parte por siempre y para siempre, parten y comparten un pan vivo que sacia para siempre. Es un alimento, el “pan de la vida” que genera vida y no muerte. Los miembros de la comunidad lo repiten de varios modos y maneras para expresar aquello que les supera, que excede su propio lenguaje y que les desborda, que los llena de alegría porque ya experimentan en la vida cotidiana la Vida Resucitada que se manifestará en plenitud el “ultimo día”. Viven lo penúltimo en plenitud con una profunda alegría confiada.
Pero el problema es que todo esto lo confiesan y lo viven en virtud de lo acontecido en el “hijo del carpintero”, para los hombres garantes y poseedores de dios esto es imposible. Es simplemente imposible que Jesús el carpintero, su padre y su madre son conocidos pues son unos vecinos más, sea el portador de Vida definitiva, eterna. No puede ser que, de un vecino, de un hombre tan corriente emane tal plenitud de Vida… además dicen que fue ajusticiado.
Estos hombres religiosos tienen tan en poco a la gente corriente, tienen tan en poco a la vecindad, tan en poco a los “unos de tantos” que es imposible que de ahí pueda salir algo bueno; además ese Jesús es de Nazaret y de ahí no puede salir nada digno. Lo de Dios no puede venir de una muchacha, no puede venir de un establo, no puede venir del pueblo, no puede venir de una familia bajo sospecha… no puede venir de un Dios “hecho carne y que ha puesto su tienda entre nosotros”. La Buena Noticia de este Dios descolocó y nos sigue descolocando.
Lo de Dios da la impresión de que tiene que seguir siendo sublime, para gente de élite, capaz de retirarse del mundanal ruido, asunto de especialistas en lo sagrado… El Pan de Vida es el pan trabajado y compartido que genera solidaridad y fraternidad. La comunidad de Juan está viviendo día a día que en Jesús el Dios de la Vida se ha “encarnado”, se ha hecho accesible, que se ha entregado y que se sigue entregando allá donde se comparte pan y vida, donde hay acogida, donde hay deseos sinceros de vivir compasivamente. La comunidad está viviendo que cuando se acerca a Jesús en mesa y comida compartida emerge un Manantial de Agua Viva que no se agota.
Realmente es una incomodidad este Dios Vivo que se “encarna” y se hace alimento en Jesús. ¿Por qué no te has quedado Dios mío en lo alto de los cielos y en lo más profundo del universo y nos invitas a subir para estar contigo? Sospecho que porque los cojos, ciegos, tullidos, carentes, incapaces, abatidos, mujeres indefensas y manchadas, pecadores, descartados no están para piruetas “espirituales” y se quedarían si poder subir a verte. Gracias por que te abajaste y te hiciste accesible, danos coraje para compartirte de verdad en la comunidad y la vida. Que bien que seas el carpintero, el hijo de José.
Toni Catalá SJ