El pasado lunes 23, el Papa recibió durante media hora al jeque Ahmad Muhammad Al-Tayyib, Gran Imam de la Universidad de Al-Azhar, una de las más prestigiosas dentro del mundo musulmán sunní. Algunos medios que se hacen eco de esta visita tildan el encuentro de “histórico”, o sitúan al jeque Al-Tayyib como una de las máximas autoridades del islam sunní. Conviene matizar ambas afirmaciones.
Conviene matizar el carácter histórico de la visita. En efecto, los tres últimos Papas han recibido frecuentes visitas de delegaciones de dignatarios o académicos musulmanes, normalmente al hilo de su participación en coloquios interreligiosos. Por supuesto, han sido más numerosas las visitas de rabinos, académicos y dignatarios judíos, pero las relaciones entre el judaísmo y el cristianismo tienen un estatuto especial. Y bien, son quizá menos frecuentes las visitas de delegaciones budistas, hindúes o de alguna otra tradición religiosa de las más antiguas.
El diálogo entre la Iglesia católica y el islam ha pasado por momentos diversos. Fue notable la asistencia de algunos dignatarios musulmanes al funeral de San Juan Pablo II. El discurso de Ratisbona, de Benedicto XVI, fue una piedra de toque: una metedura de pata que generó un diálogo interreligioso como nunca se había visto antes. Tengamos en cuenta la carta abierta de 38 altos dignatarios musulmanes de todo el mundo a Benedicto XVI, replicando a los argumentos del Papa que apuntaban al islam como una religión contraria a la razón engendradora de violencia, así como llevando más adelante el clima de diálogo y aprecio. Tengamos en cuenta la carta de 139 altos dignatarios musulmanes al Papa Benedicto XVI, a todos los patriarcas, arzobispos y presidentes de Iglesias cristianas, titulada Una palabra común entre nosotros y vosotros, en torno al doble mandamiento de amor a Dios y al prójimo como lo que tenemos de más nuclearmente común. Se intensificó una línea de coloquios teológicos entre musulmanes y católicos, cuyos frutos fueron limitados: o porque haya poco más que hablar clarificada una cuestión teológica, o porque se sobrevuelen las cuestiones sin entrar en detalles concretos, o porque haya temas tabúes.
El tema más espinoso en el diálogo entre católicos y musulmanes es el de la libertad religiosa, sobre todo cuando se aborda pensando en países con sociedades mayoritariamente musulmanas y con legislaciones que toman la Sharía como referencia. En 2011, unas palabras de Benedicto XVI deplorando el trato a la minoría copta en Egipto fueron interpretadas como una injerencia política inaceptable, frustrando un encuentro previsto precisamente con el jeque Al-Tayyeb. Cinco años más tarde, la audiencia de ayer cierra formalmente este episodio de enfrentamiento. Si bien, la colaboración entre los organismos de la Santa Sede y la Universidad de Al-Azhar no se interrumpió. Es más: el jeque Al-Tayyeb se hizo representar en la firma de una declaración conjunta de católicos, anglicanos, judíos, musulmanes sunníes, musulmanes chiíes, hindúes, budistas de varias escuelas… para la erradicación de la esclavitud en todas sus formas actuales.
La segunda cuestión que matizar es el rango o la autoridad del Gran Imam de Al-Azhar en el mundo musulmán sunní. Se trata de una figura académica, con prestigio y autoridad por sus conocimientos religioso-jurídicos. Pero no se trata de una autoridad doctrinal indiscutida, ni investida de especiales poderes religiosos. Más aún: desde el golpe de Estado del mariscal As-Sisi, que apareció ante los medios flanqueado por el Papa de Alejandría y el Gran Imam de Al-Azhar, esta institución suscita división de opiniones por su adaptación a los regímenes políticos.
En cualquier caso: siempre podemos y debemos alegrarnos porque el Papa reciba a dignatarios de otras tradiciones religiosas e impulse el diálogo interreligioso, en el marco que nos da el concilio Vaticano II.
Josep Buades Fuster SJ