Comentario Evangelio (5 octubre)

Jesús está alterando el orden establecido. Los sacerdotes del Templo están al acecho y Jesús les habla de unos viñadores homicidas que acaban por apropiarse de la viña que se les había encomendado. Es la segunda parábola en la que el Evangelio de Mateo plantea el rechazo del Templo a la Buena Noticia de Jesús (el domingo pasado fue la parábola de los dos hijos, el próximo domingo la del rey que invita a un banquete).

El anuncio de un Dios abajado, implicado con todos, sin condiciones rompe el orden establecido desde el Templo. Los sacerdotes comprenden perfectamente que alterar lo que supone el Dios de Israel conlleva alterar su propio modo de vida, su lógica razonable que les justifica en el rechazo y el desprecio.

Jesús saca definitivamente lo de Dios de los discursos abstractos, de las formulas estereotipadas, de los ritos vacíos y lo traslada al terreno de la vida de las gentes en sus situaciones concretas. Es el Dios de Israel que vuelve a caminar con su Pueblo. Los sacerdotes del Templo están espantados ante algo así. No comprenden la alegría que ha vuelto a la Casa de Israel y se negarán a entrar en la fiesta como el hijo mayor de la parábola. Su resentimiento acabará siendo homicida pero el velo del Templo se rasgará definitivamente y Jesús será la piedra angular sobre la que se edificará el nuevo y definitivo Pueblo de Dios.