Concluimos esta serie de cuatro reflexiones sobre el amor cristiano como don, enlazar, como servicio, enlazar, y como compromiso, enlazar. Darío Mollá, nos propone la última dimensión: el amor cristiano es darse.
Cuando yo era novicio, con apenas diecisiete años, nuestro maestro de novicios nos dio unos puntos de oración que en aquel momento no entendí ni me ayudaron mucho pero que, pasados más de cincuenta años, me parecen un precioso y preciso resumen de la Contemplación para alcanzar amor de los Ejercicios: “DIOS DA, DIOS SE DA, DIOS SE NOS DA”.
En el cuarto y último punto de la Contemplación san Ignacio propone “mirar cómo todos los bienes y dones descienden de arriba… así justicia, bondad, piedad, misericordia, etc… “(Ej 237). Esa dinámica de “darse” es también la dinámica de fondo en la vida de Jesús, como recordó Benedicto XVI: “Jesús no da ‘algo’, sino a sí mismo: ofrece su cuerpo y derrama su sangre” (Exhortación “El Sacramento de la Caridad”, nº 7). Y en ese darse a sí mismo es como nos da vida a nosotros.
¿En qué y cómo darse? En lo cotidiano, en las pequeñas y grandes cosas del día a día. No se trata de esperar momentos excepcionales que no sabemos si vendrán y que, si vienen, no sabemos cómo nos encontrarán, ni tampoco se trata de esfuerzos más o menos exóticos que podemos fabular mientras nos pasan desapercibidas las ocasiones cotidianas. Darnos en esos pequeños desafíos del día a día que piden de nosotros entrega silenciosa, abnegación sin recompensa, sacrificio quizá mínimo pero que contradice nuestro egoísmo o nuestra instalada comodidad.
La gran sorpresa que nos llevamos cuando entramos en dinámica de “darnos” es que experimentamos que ese darnos no nos disminuye en absoluto, al modo como el “darse” de Dios no disminuye para nada su justicia, bondad, piedad o misericordia. Al darnos no perdemos sino que ganamos y verificamos en carne propia la verdad de aquellas palabras de Jesús: “quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará” (Marcos 8,35). Sí: ganamos en humanidad, crecemos en capacidad de amar, descubrimos la plenitud de sentido que se nos promete y a la que somos llamados. En definitiva, gustamos “vida eterna” ya.
Darnos es hacer posible que nuestra vida sea fecunda. Damos vida dando nuestra vida. Darnos es la forma en la que podemos participar y unirnos al movimiento redentor de la Trinidad. Y tiene que ver no tanto con el qué hacemos, sino con las motivaciones y las actitudes con las que afrontamos y nos situamos en aquello que hacemos: “No hagáis nada con ambición o vanagloria, sino con humildad, considerando a los demás superiores a uno mismo, y sin buscar el propio interés, sino el de los demás” (Filipenses 2, 3-4).
Acoger y agradecer el cotidiano “darse” de Dios a cada uno de nosotros es lo que nos capacita para vivir nuestra vida en clave de amor que se da.
Darío Mollá Llácer SJ