Entre las primitivas confesiones de fe -de las que ya tratamos en una entrada anterior, enlazar– y los relatos evangélicos hay que situar 1 Corintios 15,1-8 (carta paulina escrita hacia el año 56). Este texto tiene algo de confesión de fe y algo de relato de resurrección y aunque es más antiguo que las confesiones de fe, éstas tienen una tradición más antigua que el texto paulino.
[V.1-2] “Os recuerdo hermanos el evangelio que os prediqué, el que recibisteis, en el que os mantenéis firmes, y por el que estáis en el camino de la salvación. A no ser que hayáis creído en vano.
Pablo remite a la más antigua tradición de la Iglesia al recordar a los corintios, que ahora les repite aquello mismo que (hacia el año 51) les había predicado y que ellos acogieron en la fe. A su vez, lo que entonces predicó, añade, tiene su origen en lo que él mismo había recibido de la primera tradición cristiana, sin duda en aquel contacto inicial con Cefas (Pedro) y Santiago el Menor en Jerusalén (cf. Gál 1,17; Hch 9,27-29) que tuvo lugar unos tres años después de la conversión del propio Pablo (hacia el año 36 ó 37), así como en el diálogo posterior con Santiago, Pedro y Juan (cf. Gál 2,1-10) unos catorce años más tarde (hacia el 49 ó 50). Nos hallamos, pues, ante unos datos de primera mano, que se remontan a las experiencias originales de la comunidad.
[V.3-4] Pues os transmití en primer lugar lo que a mi vez recibí: Cristo murió por los pecados según las escrituras y fue sepultado, y resucitó al tercer día según las Escrituras
Pablo vuelve a usar los términos «recibir» y «transmitir» (cf. 15:3), con referencia a cuatro afirmaciones fundamentales sobre Jesucristo: «murió – fue sepultado· resucitó- se apareció,» que forman el cuadro completo del acontecimiento pascual.
[V.5-8] y se dejo ver de Cefas y luego de los Doce. Después se dejó ver de más de quinientos hermanos a la vez, lo cuales la mayoría viven ahora y algunos murieron. Después se dejó ver de Santiago y después de todos los apóstoles. Al final de todos se dejó ver también de mí como de un engendro abortado”.
El pasaje de 1 Cor 15,1-8 sirve de eslabón o puente de unión entre las primitivas confesiones de fe y las narraciones posteriores de la resurrección. En efecto, la primera parte del texto (v. 3-4), «murió por nuestros pecados según las Escrituras, fue sepultado y resucitó al tercer día según las Escrituras», ¿no nos recuerda la fórmula del credo, de las confesiones de fe? En cambio, la segunda parte (v. 5-8) contiene una somera referencia a un conjunto de apariciones que nos remiten a los posteriores relatos evangélicos de la resurrección.