Lectura del santo evangelio según san MARCOS 9, 2-10

II Domingo de Cuaresma – Ciclo B

COMENTARIO

“ESCUCHADLO”

Marcos 9, 2-10

2º Domingo de Cuaresma- Ciclo B

La escena que nos presenta el evangelio de este domingo, la Transfiguración de Jesús “en un monte alto”, es una escena de una gran riqueza de significados y de una profundidad y complejidad teológicas notables. El “monte alto”, la referencia a las figuras de Moisés y de Elías, la nube y la voz que sale de la nube…: todo ello nos remite a temas que tenían una gran trascendencia en la vivencia religiosa tanto del judaísmo como de las primeras comunidades cristianas, pero que, quizá a nosotros, cristianos de a pie hoy, nos puede sobrepasar un poco.

En ese contexto tan sublime nos suenan como muy humanas y cercanas a nuestra sensibilidad las palabras de Pedro: “qué bueno es que estemos aquí”, vamos a quedarnos y nos olvidamos de todo lo demás. Es justo en ese momento, como respuesta a ese deseo de Pedro, cuando se oyen, desde la nube, las palabras clave de la escena “Este es mi Hijo, el amado, escuchadlo”. ¿Qué es lo que los tres discípulos escucharon? El evangelista no reproduce palabras exactas de Jesús, sino que dice con sus propias palabras que Jesús “les ordenó que no contasen a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del del hombre resucitara de entre los muertos”. A continuación, expresa la reacción de los discípulos ante esas palabras. Es doble: se les quedan grabadas, pero no acaban de entenderlas.

Esas palabras contienen una promesa, una orden inmediata y un mandato para un tiempo. Y esto si que puede ser muy iluminador para nosotros, que tan identificados nos hemos sentido con las palabras de Pedro.

La promesa es el mensaje de fondo de toda esta escena: la Resurrección del Hijo. Resurrección que es el horizonte último de la vida de Hijo, y también el horizonte último de la vida que quienes le siguen. Una promesa que a los discípulos les sobrepasa, como también nos sobrepasa a nosotros: “discutían que quería decir aquello de resucitar de entre los muertos”. Promesa que se funda en el amor del Padre por el Hijo.

La orden inmediata: hay que bajar del monte, de eso de “hacer tres tiendas” nada de nada. Como muy bellamente dice un comentarista bíblico: hay que “bajar con Jesús del monte de la Transfiguración al valle de la debilidad, la necesidad y el dolor humanos, donde Jesús mismo perderá pronto la vida”. Y lo primero que se van a encontrar al bajar del monte al valle es a un padre desesperado porque nadie, ni siquiera los discípulos, puede curar a su hijo endemoniado epiléptico.

Y el mandato es el famoso “silencio mesiánico” del evangelista Marcos: “les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto”. Porque el camino hacia la Resurrección no es el camino del aplauso, del reconocimiento humano, del poder, sino el camino de la entrega y de la cruz.

Darío Mollá, SJ