Domingo de la Ascensión del Señor (Lc 24,46-53)
El domingo pasado celebrábamos las palabras de Jesús: “os alegraréis de que yo me vaya”. En este domingo de la Ascensión damos gracias y celebramos, “Eucaristía”, que se marcha, que se va, que nos deja, que ese Jesús de los caminos de Galilea ya es pasado. Pero que esta ausencia es fecunda, que lleva a seguir ahondando orando, celebrando, compartiendo, a los discípulos entonces y a nosotros ahora, en todo lo acontecido y sigue aconteciendo en Jesús.
La marcha de Jesús, Ascensión, nos deja un hueco, un vacío, como que nos falta algo, “una nube se lo quitó de la vista” y la tentación entonces es quedarnos “mirando el cielo” (primera lectura). En el ámbito de esta ausencia la comunidad sigue orando, recordando… Van a ir cayendo en la cuenta que el Jesús que han conocido, vivido, querido, también traicionado, se les ha hecho presente como el Viviente y se han sentido convocados de nuevo, pacificados, reconstruidos, alentados, fortalecidos. ¿Qué está pasando? Lo que está pasando es que ahora perciben que Jesús era conducido en su vida por la “ruah” (aliento de Dios), por la “fortaleza”, por la “ternura”, por la “bondad”, la “justicia”, la “sensibilidad misericordiosa” que da vivirse desde el Compasivo.
Desde esta ausencia van a ir entendiendo con los ojos del corazón, “que el Padre ilumine los ojos de vuestro corazón”, segunda lectura, que esa “ruah” se les va a dar, “dentro de poco seréis bautizados con el Santo Espíritu”, que Jesús lo ha prometido. Es verdad que no lo acaban de entender pero lo entenderán más adelante. Dentro del desconcierto, están viviendo mucho con mucha intensidad y en muy poco tiempo, están esperanzados pero un poco perplejos.
Lo vivido con Jesús no les fija ni les paraliza sino que les va llevando a algo fascinante, inaudito e insólito: que la palabra “dios a secas” (como dice el buen teólogo Gesché) les estalla en la mano. La palabra “dios” no les sirve para expresar, celebrar y vivir todo lo que han experimentado por, con y en Jesús; que todo lo que les está trayendo Jesús es percibir a “dios”, palabra agotada pero imprescindible, como un Ámbito de Compasión y de Vida. Por eso veremos y celebraremos en la próxima Vigilia de Pentecostés, cómo antes de que los ”teólogos” reflexione ni la “jerarquía” declare nada, no existen, la comunidad empezará vivir, celebrar y orar en El Nombre del Padre, del Hijo y del Santo Espíritu”. La ausencia que provoca la Ascensión resultará tremendamente fecunda.
Realmente estamos celebrando en este tiempo de Pascua que vida, muerte, resurrección, ascensión, don del espíritu no son “viñetas” y escenas separadas. Separamos para celebrar y poder dar “razón de nuestra esperanza”. Estamos celebrando todo el tiempo la incondicionalidad de Jesús para con nosotros. La Ascensión tan sólo es un momento de radical ausencia para que nos preparemos para pasar del riesgo del bloqueo y la fijación de quedarnos “mirando al cielo», a la posibilidad de volver al mundo configurados y configuradas por la “ruah” del Compasivo.
Toni Catalá SJ