El pasado sábado 7 de junio, la Abadía de San José en Godella (Valencia) se convirtió en un oasis de silencio y oración para el Retiro de Pentecostés. En una jornada más extensa de lo habitual, unas veinte personas fueron guiadas por Álvaro Alemany, SJ, en un espacio de contemplación que invitó a la oración personal y a una profunda experiencia del Espíritu.
Como verdadera víspera de Pentecostés, la jornada se inició con el solemne Himno Veni Creator Spiritus. Este canto sirvió para resituarnos en el “cenáculo”, no solo como comunidad eclesial en oración a la espera del Espíritu, sino también para reflexionar sobre la historia personal de cada uno de nosotros durante este último año, poniéndola bajo la mirada del Espíritu Santo.
Los gemidos y la sed: clamores del corazón
El retiro nos invitó a explorar la profundidad de nuestros gemidos y nuestra sed. Se nos animó a dar palabra a aquello que nos hace gemir, a nuestras fragilidades y a nuestra perseverancia. Escuchar en nuestro interior y en nuestro entorno los “gemidos” que emite el Espíritu es un primer paso para la conexión.
La sed, entendida como expresión de anhelo, nos llevó a preguntarnos: ¿reconozco en mí esa sed de Dios o la calmo con sucedáneos que no satisfacen plenamente? Fue una invitación a dejar resonar no solo los clamores de nuestro mundo, sino también los gemidos más inarticulados de nuestro propio corazón, revelando así nuestra profunda necesidad del “Agua Viva”.
El don del Espíritu: Señor y dador de vida
Se profundizó en el don del Espíritu, Señor y dador de vida, recordando cómo el Espíritu ha permanecido desde el principio de la vida como Palabra y aliento. La resurrección de Jesús se ofrece permanentemente a nuestra experiencia, y esto sucede precisamente en virtud del Espíritu, que nos capacita para reconocerla y vivirla.
El Espíritu es nuestro guía constante, ayudándonos a seguir a Jesús “hoy y ahora”, e iluminando cada paso de nuestro caminar, ofreciéndonos una dirección y un propósito en la vida cotidiana.
Las señales del Espíritu
El retiro nos mostró cómo el Espíritu se hace presente y se deja notar en signos profundamente humanos: paz frente al temor y la incertidumbre. Una alegría que es compatible con el dolor y el duelo, no que los anula. El perdón que lleva a la reconciliación. El impulso de la misión para transmitir el mensaje de esperanza.
Se enfatizó que el Espíritu nos ayuda a abrirnos y a dejar salir todo lo que llevamos dentro, recordándonos que “donde hay Espíritu, hay libertad”. Nos capacita para discernir desde dentro, con una guía interior que nos orienta.
Se subrayó la complementariedad del Espíritu y el Hijo como las “dos manos del Padre”, con una misión recíproca y complementaria en la construcción del Reino.
Agradecimiento y sentido de pertenencia
El retiro concluyó con la celebración de la Eucaristía, un momento de profunda acción de gracias por todo lo vivido y profundizado durante el día.
Fue una experiencia enriquecedora de búsqueda del Espíritu, de encuentro con la paz interior, de oración sincera, de vivencia de la amistad y de un renovado sentido de pertenencia a la comunidad.
Texto y Fotos: Con la colaboración de Rosario Quesada, Clara Gallego y Carmen Rodrigo.








