Domingo 13 del Tiempo Ordinario. Ciclo B (Mc 5,21-43)
Jesús ha cruzado el lago, ha entrado en tierra pagana, se confronta con una situación dramática (atención a este relato entre el del domingo pasado y este: Mc 5,1-20), la del paisano geraseno que expresa una situación de infra humanidad. Un hombre solitario que vive en el lugar de la muerte, que se autolesiona hiriéndose a si mismo, que no posee la palabra y grita… El encuentro con Jesús le ha devuelto su dignidad. Este hombre pasa a estar sentado, vestido y en su juicio. Jesús le ha liberado de la inmundicia que le está matando la vida, “demonios y cerdos”, y le ha devuelto la Vida. Los paganos también echan a Jesús de su tierra, parece que tampoco les interesa la compasión de Jesús que nunca deja las cosas igual. Estaban mejor encadenando a los sepulcros a los que desestabilizan el buen orden de la sociedad.
Jesús cruza otra vez el lago y vuelve a su tierra y seguirá generando vida. A Jesús se le acerca Jairo, un jefe de sinagoga y por lo tanto de entrada un enemigo de Jesús, y le muestra a éste su desgarro y su dolor. Jesús aparca toda diferencia y se marcha con él, el sufrimiento es el sufrimiento y Jesús se compadece. Jairo ha tenido el coraje de acercarse a Jesús, su dolor le ha puesto los prejuicios sobre Jesús en su sitio, es decir, consigue que no le bloqueen y que así no siga instalado en su orgullo. Se ha acercado a la Fuente de la Vida y al acercarse encuentra sanación para su hija. Cuantos prejuicios, orgullos, fronteras físicas y mentales de los que somos adultos siguen impidiendo que tantas “chiquillas” se levanten de la postración y revivan y actúen su dignidad de mujeres.
Estando con Jairo se le acerca a Jesús por detrás una abatida de la casa de Israel. Se le acerca una mujer con flujo de sangre, una mujer estigmatizada, inmunda, impura, sucia, que ni está a bien consigo misma, ni con los demás ni con Dios, (dice la ley “maldita la mujer que tenga flujo de sangre” Lev 15,25-30), que se ha gastado todo lo que tenía con traficantes del dolor, que en su desesperación sólo quiere tocar un poco, aunque sea un poco, a Jesús; lo tocó y “notó que su cuerpo estaba curado”. Que pena que, poco a poco, fuimos pasando de “cuerpo curado” a “alma salvada”, no es lo mismo en absoluto. Jesús, el Hijo del Dios Vivo, es un judío galileo, implicado con el dolor de su gente, no es un buen alumno de ninguna escuela dualista. “En el principio era el Verbo… pero el verbo se hizo carne, se hizo cuerpo” nos dice el prólogo de san Juan. Sanar cuerpos enteros, personas, lleva consigo más implicación que “salvar almas” solamente.
Estos relatos nos parecen lejanos y “míticos” cuando resulta que son la vida misma. No sólo nuestros prejuicios dejan morir a tantos “chiquillos y chiquillas” que necesitan una mano que les agarre y les diga “Talitha, qum”, cuantas criaturas abatidas y doloridas ya ni se acercan a tocar el borde de la Iglesia porque saben que les espera más estigma y más rechazo. ¡Pidamos compasión!
Toni Catalá SJ