Domingo 1º de Adviento – Ciclo B (Mc 13,33-37)
Traer a la memoria afectiva la Natividad del Señor Jesús y celebrarla, es revivir, sentir y agradecer conmovidos, que Él es el Emmanuel, el Dios con nosotros, que ha venido para mostrarnos su Amor Incondicional y para siempre. El hace alianza con nosotros, nueva porque no es contractual, sino que él ha decidido querernos primero, y definitiva, desde siempre y para siempre, “nada ni nadie nos separará del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús”
La vigilancia a la que nos invita Jesús, y en la que en este primer domingo de adviento se insiste una vez más, no es la obsesión por un final del tiempo y de la historia, en el que un dios arbitrario vendrá para pedirnos cuentas y según nos pille, “en gracia o en pecado”, las consecuencias pueden ser terribles y dramáticas. Sigo insistiendo, ya lo hice en algún que otro domingo anterior, en que este estar vigilantes, si no lo pasamos por el evangelio, se convirtió y se sigue convirtiendo en muchas conciencias de gente buena en fuente de sufrimiento, miedos y angustias, ante el futuro definitivo. Donde está el Espíritu del Señor habita la paz, la profunda alegría, y la esperanza.
El estar vigilantes en este tiempo de Adviento supone vivirlo desde unas disposiciones del corazón determinadas por la Buena Noticia. Estar vigilantes es vivir cada día como regalo y como don. La acción de gracias nos hace crecer en libertad y compasión. Dar gracias es dar gracias y punto. No se trata de grandes consideraciones, ni de grandes introspecciones, “la gente sencilla me entiende, Padre”. Se trata de algo tan sencillo como agradecer que nuestra vida es un don.
Cuando cada día nos lo decimos, nos estamos disponiendo a percibir que cada día el Señor está y viene a ella, y viene de modos muy insospechados. Si nunca digo “gracias” todo, absolutamente todo, se nubla y entonces no percibo que el Padre nos cuida. El indicador de mi corazón agradecido está en preguntarnos, sin perder la paz, ¿de qué me estoy quejando?… nos sorprenderíamos y mucho de las respuestas.
El Señor le preguntó a Marta por qué andaba inquieta y nerviosa (Lc 10,41), vamos a dejar que en este tiempo de Adviento nos lo pregunte también a nosotros. Hay nerviosismos e inquietudes que no nos preparan para la Navidad del Señor. Vamos a procurar serenarnos en este tiempo litúrgico, y posiblemente caeremos en la cuenta de que en el día a día se nos escapa que él esta viniendo a nuestras vidas continuamente.
No nos podemos engañar en este punto. Tenemos que ser muy lúcidos. Hay inquietudes y nerviosismos que no van a ninguna parte. Posiblemente este tiempo de pandemia nos ayude de cara a la Navidad, seguro es que la celebraremos de otro modo, a caer en la cuenta de qué es lo importante. Que aprendamos o no la lección es otro tema, siempre tenemos que estar yendo a la “escuela del evangelio”, “si no os hacéis como niños…” y los niños si pueden, van a la escuela.
Estar vigilantes es estar con los ojos bien abiertos, pero para tener los ojos abiertos debemos tener un corazón esponjado y no encogido. Según la disposición del corazón a la pregunta “¿Qué ves en la noche, dinos centinela?” daremos una respuesta o daremos otra. Que pena si los seguidores y seguidoras de Jesús dijéramos que no vemos la luz tenue de Belén y que sólo vemos oscuridad.
Toni Catalá SJ