El pasado 31 de diciembre, Francisco tenía una celebración de acción de gracias por el año que concluía. En esta celebración tuvo una homilía en la que repetía la imagen de «mirando el pesebre» e iba sacando consecuencias de esa contemplación.
Una de esas consecuencias es una detallada reflexión sobre los jóvenes, su futuro y la responsabilidad que tenemos ante ellos: «No se puede hablar de futuro sin contemplar estos rostros jóvenes y asumir la responsabilidad que tenemos para con nuestros jóvenes». Por ello, Francisco propone «pensar como estamos encarando el lugar que los jóvenes tienen en nuestra sociedad».
Esta es una de las cuestiones que le preocupan y a la que ya hizo referencia durante la JMJ en Río de Janeiro: «sepan que, en este momento, ustedes, los jóvenes, y los ancianos, están condenados al mismo destino: exclusión; no se dejen excluir». Desde entonces, la cuestión de la exclusión de los jóvenes ha sido un motivo que ha reiterado una y otra vez.
En su homilía el pasado 31 de diciembre lo retoma y siguiendo su estilo de un lenguaje claro y directo, enumera dos modos cómo provocamos esa exclusión:
«Hemos condenando a nuestros jóvenes a no tener un espacio de real inserción, ya que lentamente los hemos ido marginando de la vida pública obligándolos a emigrar o a mendigar por empleos que no existen o no les permiten proyectarse en un mañana.»
«Hemos privilegiado la especulación en lugar de trabajos dignos y genuinos que les permitan ser protagonistas activos en la vida de nuestra sociedad. Esperamos y les exigimos que sean fermento de futuro, pero los discriminamos y «condenamos» a golpear puertas que en su gran mayoría están cerradas.»
Pero concluye con una propuesta alternativa que revierta esta situación. A diferencia del «posadero de Belén que frente a la joven pareja decía: aquí no hay lugar. No había lugar para la vida, no había lugar para el futuro. Se nos pide asumir el compromiso que cada uno tiene, por poco que parezca, de ayudar a nuestros jóvenes a recuperar, aquí en su tierra, en su patria, horizontes concretos de un futuro a construir».
Contemplando el pesebre, ¿cuál es el desafío que nos plantea? Para Francisco no hay duda: «ayudar a nuestros jóvenes para que no se dejen desilusionar frente a nuestras inmadureces y estimularlos a que sean capaces de soñar y de luchar por sus sueños. Capaces de crecer y volverse padres de nuestro pueblo.»
Francisco hace que nuestra mirada al pesebre se reoriente a los jóvenes, «contemplar estos rostros jóvenes», para «asumir la responsabilidad que tenemos para con nuestros jóvenes». ¿En qué concreta esa responsabilidad? Lo hace por medio de dos acciones que son una propuesta concreta para quien comparta esta preocupación con él:
«Pensar como estamos encarando el lugar que los jóvenes tienen en nuestra sociedad»
«Ayudar a nuestros jóvenes para que no se dejen desilusionar frente a nuestras inmadureces y estimularlos a que sean capaces de soñar y de luchar por sus sueños»
Ahora ya es cuestión de ponerse manos a la obra.