María Magdalena la que no puede testificar por biografía y por mujer se siente enviada a proclamar que Jesús está con el Dios de Vivos y Fuente de la Vida, que su historia compasiva abre los ojos para ver todo de otro modo. Todo el vivir de Jesús se estaba viviendo en las entrañas del Compasivo. La vida se abre al Futuro de Dios, es posible percibir toda la realidad desde la Vida y no desde la muerte.
Las otras compañeras de Jesús tiemblan y se llenan de espanto. En lo más hondo de su llanto y dolor experimentan lo increíble, aquello que si lo cuentan no van a ser creídas por los que abandonaron y es que no encuentran a Jesús en el lugar de la muerte, en la tumba, sino que sienten hondamente que lo volverán a encontrar en los caminos de Galilea. El sol del amanecer les hace ver que Jesús ha sido y es Vida.
El rumor corre entre los compañeros, las que no abandonaron generan vida, lo nuevo lo dicen de muchos modos y maneras porque es nuevo, lo viejo se dice siempre igual. Jesús ha sido levantado de la muerte, la muerte no lo atrapa, lo viven como sentado a la derecha del Poder de Dios, dicen que se les ha dejado ver y ha enjugado su llanto y consolado su dolor. Para muchos todo esto es un asunto de mujerzuelas histéricas pero para las hijas de la aflicción de Israel es su Consuelo y su Esperanza.
Otro grupo de compañeros experimentan una profunda paz y perdón. El Resucitado de entre los muertos y exaltado a la derecha del Poder de Dios que es el Crucificado, la víctima inocente, el cordero degollado, retorna sobre ellos como Paz. Ofrecer paz y perdón es patrimonio de las víctimas, sólo las victimas pueden perdonar, sólo los humillados y ofendidos tienen el poder de no devolver mal por mal. El Crucificado, que es la víctima inocente, retorna sobre ellos sin afear conductas, sin palabras de venganza, no les reprocha que lo abandonasen en Getsemaní, no le reprocha a Pedro su negación sino que le pregunta si lo quiere. A los que se dispersaron los convoca y tan sólo les pregunta si tienen algo para comer y les prepara la mesa.
El Espíritu de Fortaleza de Jesús los envuelve. Notan que Jesús está con ellos pero que no está como antes porque lo perciben como el que vive con el Compasivo para siempre. Está fortaleciéndolos y en medio de ellos pero no vive por ellos. Los centra y los convoca pero nos los retiene sino que los envía a ofrecer perdón y paz.
Van experimentado que Jesús era el Cristo de Dios, que era el que tenía que venir y que en él se han cumplido las esperanzas para los pobres de Israel. No ha restaurado el esplendor de Israel, no ha vencido al Imperio, no ha instaurado ningún reino de este mundo, pero sí que ha sido la visita de Dios a su pueblo por la que los pobres, afligidos y excluidos han sido incorporados a la comunidad compasiva.
Ha cambiado la mirada para percibir la realidad, ya no se trata de esperar más de lo mismo, sino que ahora se sienten fortalecidos para implicarse, al igual que Jesús, en las historias de dolor del mundo, y así experimentan de un modo sorprendente el Consuelo del Compasivo. Dios no es una amenaza de futuro, Dios no está en un lugar que haya que proteger y magnificar, Dios no es el garante de ningún orden de este mundo, Dios no es el de los ricos y dominadores.
María, la Madre de Jesús, que guardaba tantas cosas en su corazón, que también se sintió desconcertada por su hijo en más de una ocasión, ahora entiende y canta que Dios dispersa a los soberbios de corazón, que enaltece a los humildes, que los pobres son sus preferidos, y a los ricos y poderosos despide vacíos. María canta la Misericordia que levanta y derrumba, para poder caminar hacia la tierra de la justicia y la fraternidad.
Van experimentando que Jesús el Servidor, el que no vino a ser servido sino a servir, es el Señor. Al confesar a Jesús como el único Señor le quitan legitimidad divina al Imperio y a toda otra autoridad que se auto divinice, se empieza percibir la profunda liberación de demonios, espíritus, culpabilidades extrañas, opresiones, coacciones, cargas pesadas, cumplimientos legales, tabúes rituales, sometimientos fatídicos a la naturaleza y a los astros.
El Señor les hace ver, con corazón y ojos nuevos, que los señores de este mundo son los pobres y los afligidos, que los crucificados no son víctimas reguladoras del orden social, que los marginados no son escoria y desecho sino las criaturas preferidas del Padre. Porque el Señor es el Servidor, van experimentando que sólo en el desvivirse está el vivir. Los únicos Señores de este mundo son los pobres de Jesucristo.
La palabra “Dios” a secas se les queda pequeña para expresar todo lo vivido con Jesús, por eso la comunidad que se reúne en su nombre empieza a rezar y a bautizar en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. La palabra Dios estalla, porque esa palabra sola no puede expresar la Comunidad Compasiva y la Implicación Compasiva que han experimentado al vivir y orar como Jesús, el vino nuevo necesita odres nuevos por eso a partir de ahora rezarán a Dios desde Jesús el iniciador y consumador de la fe, y no caerán en la trampa, de querer leer todo lo acontecido en Jesús desde el “dios” de la ley y el templo o desde el “dios” de los dominadores.
Sienten que Jesús, en su invocar a Dios como ¡Abba! y vivirse como Hijo, ha sido el regalo de Dios. Empiezan a percibir que ese Jesús que pasó haciendo el bien, tan pobre con los pobres, tan compasivo con los afligidos, tan desenmascarador de la dureza de corazón, pertenecía a las entrañas de un Dios cálido, comunidad de Amor. Ahora empiezan a entender que cuando Jesús decía que Dios es el Amor, él pertenecía a Dios, porque todo él ha sido Amor. Confesar a Jesús como el Hijo del Padre es confesar la implicación compasiva del Amor con sus criaturas
Toni Catalá SJ