El Centro Arrupe acogió con gran interés la visita de Margarita Saldaña Mostajo, periodista y teóloga, quien compartió una reflexión profunda y sencilla sobre la Cuaresma bajo el título «Convertir los sentidos, un horizonte pascual». Durante dos encuentros, Saldaña nos invitó a reconsiderar cómo nuestra experiencia de fe se relaciona íntimamente con nuestros sentidos.
Margarita Saldaña Nos recordó una verdad fundamental: “Nuestra manera de percibir la presencia de Dios en el mundo pasa por los sentidos.” Sin embargo, la rutina puede entorpecer esta percepción, dificultando el mirar, escuchar, tocar, oler y saborear la vida desde las claves que nos propone Jesús. La Cuaresma se presenta así como un tiempo propicio para “convertir nuestros sentidos”, disponiéndolos mejor al encuentro con Dios en nuestro día a día.
Consciente de la amplitud del tema, Saldaña se centró particularmente en el sentido de la vista, el gusto y el olfato, ofreciendo una profundización que enriqueció la reflexión de los presentes.
Llamados a la Conversión
Saldaña nos invitó a rescatar el significado profundo de la palabra “conversión”, que a veces, por la repetición, puede perder su fuerza. Para ella, la conversión es ese proceso que nos impulsa hacia una mejor versión de nosotros mismos, en el seguimiento de Jesús, dejándonos configurar por su propia persona.
En este camino, los sentidos juegan un papel crucial. “Somos seres de sentidos… contamos con 5 ventanas para conectar con la realidad,” afirmó Saldaña, estableciendo la relación entre esta realidad biológica (externa) y nuestra dimensión espiritual (interna). De ahí la invitación a “convertir los sentidos” para sentir y actuar como Jesús.
La Mirada de Jesús: Compasión y Comunidad
La pregunta “¿Cómo convertirnos en sal de la tierra?” sirvió de marco para una interpretación espiritual que nos invita a dejarnos transformar por Jesús más allá de la racionalidad. Saldaña distinguió entre “ver” y “mirar”, donde la segunda implica intencionalidad. “¿Queremos siempre mirar lo que vemos?”, nos cuestionó, animándonos a adoptar una mirada compasiva, como la de Jesús, que nos mueve hacia aquellos que sufren.
Estamos llamados a ser luz del mundo, cultivando una mirada samaritana y comunitaria, como la de Jesús, que se conmovía ante la realidad que veía. La parábola del Buen Samaritano es un claro ejemplo de esta mirada que se implica y se acerca al necesitado. El Evangelio, para Saldaña, muestra el camino para aclarar nuestra mirada y así podamos ver cómo y dónde mira Jesús.
Nos invitó a vivir el presente, evitando las distracciones que desvían nuestra atención, y a cultivar una “Mirada Creyente” que, más allá del optimismo, se fundamente en la certeza de la compañía de Dios en todo momento. Una mirada que denuncie, pero también reconozca los signos divinos. Una mirada que agradece y celebra.
El Gusto y el Olfato: Una Experiencia Integral de Dios
Saldaña exploró la dimensión orgánica, simbólica y espiritual de los sentidos, destacando cómo estos nos permiten interpretar la realidad y buscar la presencia de Dios en todas las cosas, más allá del intelecto. “¿Desde dónde me relaciono yo con Dios? ¿Hasta qué punto nuestra experiencia de Dios depende de los sentidos? ¿Cómo encontrar a Dios en todas las cosas?”, fueron algunas de las preguntas para la reflexión.
El llamado es a “gustar y sentir” todas las cosas (como decía San Ignacio). La pérdida de este “gusto” en la vida espiritual – por la inercia, la aceleración o la superficialidad – puede manifestarse en desánimo y tristeza. La propuesta es abrirnos a la sorpresa, a “gustos nuevos y diferentes”, recordando que somos “fragancia de Cristo”.
Finalmente, Saldaña nos animó a “oler” la vida como Jesús, acercándonos sin miedo a lo agradable y lo desagradable, detectando la presencia de Dios en cada detalle. Esto implica un proceso de conversión del “olfato espiritual”, prestando atención a los detalles, cultivando la gratuidad y acercándonos a situaciones que nos incomodan.
La invitación final fue una sentida petición: pidamos la gracia de ser a lo que el Señor nos llama, viviendo una Cuaresma de conversión profunda que abarque la totalidad de nuestros sentidos.




