La voz molesta e incómoda

«Al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, se marchó de allí en barca a un sitio tranquilo y apartado». De este modo comienza el Evangelio que escuchamos este lunes, 1 de Agosto. Hasta Jesús llega la noticia de la ejecución de Juan el Bautista: una vez más, el absurdo del poder se ha impuesto y ha acallado la voz molesta e incómoda que clama en el desierto de la dignidad humana, donde se está sediento de justicia.

El sistema, ningún sistema, soporta esas voces que claman y que no están dispuestas a callar. Hay que tener mucho coraje para gritar a la cara lo miserable del poder. Cuando lo haces, sales del anonimato de la multitud, te haces de notar y todas las miradas, para bien o para mal, se fijarán en ti. Será entonces cuando la maquinaria perversa de los interés de todo tipo se pondrá en marcha para quitar de en medio a todo aquel que estorba.

La muerte de Juan debió de tener un impacto en Jesús que se nos escapa. Necesitó tiempo y distancia para asimilarlo y encajarlo buscando un sitio tranquilo y apartado. Pero Jesús no queda varado en el lamento y al ver a la multitud dolorida que le seguía no pudo sino volver a aliviar tantas preguntas. No basta con mirar la realidad doliente hay que implicarse en ella y seguir clamando en el desierto que la última palabra la tiene la compasión que alivia.