Isabel Solá, religiosa de Jesús-María, ha sido asesinada en Puerto Princípe (Haití). La noticia ha saltado a los medios, sacándola por un momento del anonimato de una vida apasionadamente entregada en gestos cercanos e implicaciones compasivas con quienes sufren. Os dejamos con la experiencia que ella misma compartía tras el terremoto que asoló Haití en 2011:
«Cuando volé hacia Haití hace tres años, recuerdo el desgarro que sentí por lo que deje en África, el vértigo del salto que me tocaba dar hacia lo desconocido y a la vez recuerdo también la libertad que me daba la decisión de dejarlo todo una vez más por ayudar a construir ese Reino que siempre creí que Dios tiene pensado para nosotros.
Lo que no me podía ni imaginar cuando volaba hacia Haití era todo lo que me esperaba en este pequeño y sufrido país. Y esas son las sorpresas y lecciones que Dios nos tiene preparadas.
Para empezar no me podía imaginar lo que era realmente la miseria de Puerto Príncipe, pero tampoco lo impotente que me iba a sentir en medio de ella. De tal modo, que al final, para poder vivir allí, tuve que comprender y aceptar que no estaba allí para salvar a nadie o para cambiar nada. Y ni por asomo me podía imaginar que un terremoto me iba hacer bajar la cabeza literal y espiritualmente hasta hacerme comprender profundamente que el único que salva es Jesús. No me podía imaginar que me iba a tocar sobrevivir una de las mayores catástrofes de la historia y que esto cambiaría radicalmente mi concepción de la vida, del sufrimiento, de la muerte y de la fe.
Después de vivir algo así, he experimentando cada día como un regalo de Dios y que no merecemos nada, todo es don, tanto lo que consideramos bueno como lo malo: que el sufrimiento no es algo malo que nos ocurre sino una lección que no hay que saltarse porque nos hace más humanos y menos ambiciosos. Tras el terremoto, la tentación del desaliento y de la queja a Dios era enorme. Estuve muy triste, desanimada, chocada y rebelde. Me reprochaba a mi misma haber salido con vida y como muchos, me preguntaba por qué Dios permitía algo así en un pueblo tan castigado a lo largo de la historia. Pero el pueblo haitiano nunca tuvo esa reacción: Rezar, aceptar, cantar y pedir fortaleza. Esa ha sido su reacción. En lugar de quejarse y rebelarse, han pedido coraje y fuerza para llevar el sufrimiento. Tanto sufrimiento ha hecho de ellos un pueblo tremendamente humano, humilde y valiente. Entre los escombros volvían a plantar sus sombrillas para seguir vendiendo y ganarse la vida. La vida continúa y Dios está con nosotros. Esa era su única certeza. Mientras yo me lamentaba, ellos seguían caminando. Los escuche cantar con lagrimas “Gracias, Señor” y eso desmontó todos mis esquemas, aun sin acabarlo de entender. No sé por qué, pero aunque mi cabeza no lo entiende, mi corazón, si.
Mi vida religiosa la siento, ahora más que nunca, como un regalo que no merezco, así como la vida que Dios me ha querido guardar, entiendo que mi misión en esta vida no es hacer y hacer, sino de ser y ser porque por muchos proyectos, trabajos, planes que esté llevando adelante, al final lo más importante es lo que somos y no lo que hacemos. No creo que Dios me haya mantenido con vida solo para hacer algo, porque yo no puedo salvar nada ni a nadie pero puedo ser una hermana para mis hermanos. Y es lo único que ahora me importa.
Tengo la curiosa experiencia de que me falta todo y me sobra todo. Si entendéis eso, quizás es porque también, alguna vez, os paso un terremoto por encima que os aplastó, os derrumbó, os machacó, os hirió, os amputó, pero no acabó con lo más importante, que es las ganas de vivir, de creer y quizás de servir. No deseo el sufrimiento a nadie, por supuesto, pero como este es inevitable, lo que quisiera es que aprendiéramos las lecciones que este nos da de humanidad, humildad y simplicidad que es lo que verdaderamente necesitamos para ser felices.
Pensareis que como puedo seguir viviendo en Haití, entre tanta pobreza y miseria, entre terremotos, huracanes, inundaciones y cólera… Lo único que podría decir es que Haití es ahora el único lugar donde puedo estar y curar mi corazón. Haití es mi casa, mi familia, mi trabajo, mi sufrimiento y mi alegría, y mi lugar de encuentro con Dios.
Y si no. venid y lo veréis.
Aprovecho también para agradecer de corazón lo que desde España habéis hecho y recogido para ayudar a Haití, soy testigo de vuestra inmensa solidaridad y apoyo en los momentos más duros que hemos vivido. De corazón, y en nombre de todos los haitianos, gracias.
Isa Sola, Religiosa de Jesús – María
Puerto Príncipe. HAITI