En el Centro Arrupe estamos de enhorabuena. Un grupo de 16 personas separadas/divorciadas han terminado este curso el programa SEPAS que iniciamos hace tres años. Es el primer grupo con el que iniciamos esta andadura en la que queríamos acoger, escuchar y ayudar a sanar las heridas de aquellas personas que han pasado por situaciones de separación y divorcio. Personas que han vivido también una fractura espiritual y han necesitado tiempo y ayuda para integrar fragilidades.
Pero el acompañamiento que les hemos ofrecido no termina ahí hasta que no se produzca una integración en la vida eclesial. Como afirma Francisco en la Exhortación La alegría del amor: «Se trata de integrar a todos, se debe ayudar a cada uno a encontrar su propia manera de participar en la comunidad eclesial, para que se sienta objeto de una misericordia «inmerecida, incondicional y gratuita». Nadie puede ser condenado para siempre, porque esa no es la lógica del Evangelio. No me refiero sólo a los divorciados en nueva unión sino a todos, en cualquier situación en que se encuentren» (AL 296)
Aunque ya han finalizado esa primera etapa en los grupos SEPAS, comienza para cada uno de ellos el tiempo de encontrar su propia manera de participar en la comunidad cristiana. Nuestra experiencia es que las personas que han pasado por una ruptura matrimonial descubren potencialidades que desean poner al servicio de otros.
Les seguimos acompañando en este discernimiento que ha comenzado, ofreciéndoles un espacio de vida cristiana en el Centro Arrupe, propuestas de espiritualidad ignaciana y posibilidades de participar, colaborar y apoyar la misión que la Compañía de Jesús lleva a cabo en Valencia. El agradecimiento que sienten toma la forma de disponibilidad y ofrecimiento para esta misión.
El dolor de antes se ha transformado ahora en fuerza para ayudar a otros para que integren sus propias fragilidades, sean las que sean.