Este domingo, 24 de junio, celebramos el final de curso al que se sumó la comunidad ortodoxa rumana y ucraniana que tienen sus respectivas liturgias dominicales en el Centro Arrupe. La foto que acompaña esta entrada expresa la realidad que se va dando entre nosotros: entendernos como espacio que acogida que da cabida diversidad de personas y situaciones. Y cuando se posibilita que esa diversidad se encuentre, lo que nos ha pasado es que se ha empezado a crear una trama de relaciones y vínculos entre quienes, en principio, no tenían mucho en común.
Esto no entraba en nuestra programación de actividades pero lo ha traído la vida. Son historias concretas que nos han sorprendido a lo largo de este curso. Personas que han creado vínculos de afecto y apoyo mutuo. Personas que se han implicado con otros desde iniciativas que surgían del deseo de ayudar. Personas que han hecho posible que la vida sea algo más humana y habitable. En todo ello, reconocemos el espíritu de Jesús, alentando esperanzas y futuros.
La foto de esta entrada es mucho más que un grupo de personas comiendo juntas. Es la foto de la complicidad de quienes van creando un espacio que da cabida, que sigue acogiendo a quien necesita algo de respiro para seguir caminando. Ahora toca programar las actividades del próximo curso sabiendo que la vida nos hará compañeros de otros.