Ejercicios Espirituales de la Vida Ordinaria: Tras las huellas de Jesús

El pasado sábado 25 de enero, se reunió por tercera vez el grupo que realiza los Ejercicios Espirituales de la Vida Ordinaria en el Centro Arrupe Valencia. Los participantes compartieron los frutos de su trabajo personal y espiritual diario.

Su acompañante, Luz Guede, nos cuenta en qué etapa se encuentra el grupo y cómo se ha estado viviendo el proceso: «Todos están en segunda semana y la experiencia está siendo muy positiva. En general, se salva el rato de oración diaria y el acompañamiento semanal, aunque en algunos momentos por temas de trabajo o enfermedad se ha alargado la semana. También es importante destacar que los temas de formación de estos encuentros son de gran ayuda para todos».

Un pequeño recorrido por lo vivido hasta ahora
 
Como sabéis, Ignacio divide los Ejercicios Espirituales en 4 bloques o “semanas”. El paso de una a otra no consiste en un cambio de nombre, supone atravesar una “puerta”, franquear un “umbral”, dar un paso “adelante” y comenzar algo nuevo.

Un estar dispuesto a más, un deseo que impide conformarse con lo ya hemos descubierto y vivido. Igual que en la vida hay relaciones que nos invitan a más, que nos hacen buscar cómo cuidarlas y profundizarlas más, este paso es propio de quienes sienten/quieren/pueden… crecer en su relación con el Señor.

Se trata de una nueva etapa, que supone no sólo un cambio de tema (1ª: “pecados-misericordia”, 2ª: “la vida de Cristo N. Señor hasta Ramos”), sino un nuevo modo de orar, más contemplativo, un cambio en nuestra relación con Dios.

Durante el primer bloque hemos insistido, sobre todo, en tomar nuestra vida y ponernos ante el misterio de Dios: búsqueda, deseo, escucha, petición, confianza, sinceridad. Experiencia y aceptación de nuestro Principio y Fundamento: somos “hijos/as” de Dios Padre que tiene un sueño, un proyecto con la humanidad. Criaturas libres llamadas a vivir en gratuidad, alabanza y servicio, siendo cauces de misericordia y utilizando todo lo creado con libertad, para el bien de todos.

En 1ª semana hemos visto como toda persona, con su libertad, estropea, trastoca ese sueño, e introduce en el mundo el desorden, el pecado, la muerte. Pero Dios sigue apostando por el hombre, derrochando perdón y misericordia.

Nosotros podemos reconocerlo y tener una experiencia íntima de su misericordia que nos ama y nos perdona en medio de nuestras debilidades, limitaciones y pecados. Esa experiencia no nos ha dejado indiferentes; debe haber mociones, movimientos de espíritus… A través de ellos podemos reconocer cómo hay cosas en nuestra vida que se des-colocan, que se re-ordenan, que se re-hacen o que surgen nuevas. Algo ha ido cambiado en nosotros en la 1ª semana…:

Quizás sea una mayor familiaridad con Dios, un deseo de buscarle, dejarme rehacer… Quizás un modo distinto de entenderme como criatura, como hijo/a querida y soñada desde y para siempre; de comprender mi vida, como servicio, en libertad y amor, para realizar el sueño de Dios para mí… Quizás sea una mirada distinta a mi limitación y a mi pecado, más límpida y lúcida, sintiéndome perdonado más que excusado, acogido más que juzgado… Quizás en este tiempo se ha ido aclarando y/o enriqueciendo mi imagen de Dios que antes me resultaba lejana, o estaba borrosa, o incluso deformada…

Desde la experiencia de Ignacio, el Coloquio íntimo ante el Crucificado es un momento “crucial”. Cristo que me dice: Ahora que te reconoces débil ¿quieres venir conmigo a aliviar el dolor del mundo? Con esa pregunta entramos en 2ª Semana: una etapa centrada en la persona de Jesús, Él es nuestra gran opción.

Nos situamos ante él, enviado de Dios, camino, verdad y vida. Se nos pone delante Jesús y su vida y nos invita a participar de esa vida nueva que nos ofrece. Por eso, ahora, Él va a ser directamente el protagonista en este tiempo. Buscaremos en la oración y en nuestra vida que Él sea, de verdad el centro.

En adelante mi petición se centrará en conocer a Jesús, cuanto sea posible, para que lo ame sinceramente y pueda seguirlo cada vez más cerca. Buscaré mirarlo, sentir lo que Jesús siente, ver con sus ojos, pensar lo que él pensó y hacer algo semejante a lo que él hizo: seguirle como amigo y colaborador. Según vaya conociendo mejor a Jesús, me iré conociendo más a mí misma y aclarándome sobre lo que quiere de mí.

Ignacio plantea dos tipos de oraciones: contemplaciones de la vida de Jesús y oraciones de discernimiento. Los dos tipos, combinados entre sí, ayudarán a realizar una buena elección del camino a seguir.

Al reconocer la huella de estos pasos o cambios, irá surgiendo el deseo de pasar adelante. Cuando la memoria nos traiga al corazón la experiencia recorrida, irá surgiendo el “agradecimiento” y de ahí, el deseo sincero de “seguimiento”. Es imposible comenzar la contemplación de Jesús sin haber experimentado, de alguna forma, su cercanía y su amor, su acogida y su perdón.

El agradecimiento se transforma en seguimiento. Supone “profundizar” en dos actitudes básicas del cristiano, tocado por el amor de Dios. Son los dos pies o pistas que nos permiten entrar en la 2ª semana y que nos van a llevar a poner nuestra vida detrás de la de Jesús:

1) Descentramiento. En 1ª semana estuvimos más atentos a descubrir la presencia de Dios en mi vida, lo que soy y su mirada misericordiosa. Ahora nos “fijamos en Jesús que pasa” (Jn 1,36). El protagonista es Él, su persona y su proyecto, su vida y misión. Y yo soy invitada, llamada a responderle, colaborar, seguirle.

2) Apasionamiento. En 1ª semana hemos profundizado en nuestra vida, iluminándola desde Dios. Ahora, es el corazón el que está llamado a decir la primera palabra, la que dinamice mi vida. Pascal: “El corazón tiene razones que la razón no entiendo”. Me acerco a Jesús con el corazón caliente y el alma enamorada, con mi vida traspasada por su misericordia.

Jesús no es el protagonista de una película que entretiene y emociona. Lo he visto y sentido: sólo Él es el señor, el amor, el creador de mi vida. Una respuesta “apática” o “racional” no me llevará a seguirle de verdad. Es algo más que “estar de acuerdo” con su persona y con su plan. Implica responder a Jesús que me pregunta: ¿quieres seguirme?
 

por luz guede – acompañante

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