Hoy, día de santa Teresa de Jesús, evocamos una experiencia teresiana que, seguramente, todos conocemos y que, de un modo u otro, podemos reconocer.
Contaba Teresa que, en un momento de su vida, había llegado a sentir un cansancio inaguantable «de haber tan mal vivido». Para muchos de nosotros, ese tan mal vivir puede que no sea una situación moral muy estridente y negativa. Tan mal vivir puede ser vivir a medio gas en todo, de modo que en todo se malvive, ese stand by, ese no-vivir en realidad porque se va dejando pasar de largo lo mejor. Eso es lo que Teresa experimentó: «Deseaba vivir (que bien entendía que no vivía, sino que peleaba con una sombra de muerte) y no había quien me diese vida, y no la podía yo tomar» (V 8, 12).
Y cuando se refiere a la oración y vuelve a ella, lo que dice es: «Por aquí se remediaron todos mis males». Volver a la oración, a la amistad con Jesús, la sacó de esa vida insípida. Retomar la relación con Él nos hace salir de cualquier presente, para ir a otro mejor. Nos impide estancarnos.