Comentario al evangelio: «Él le contestó: ‘Voy, señor’. Pero no fue»

Lectura del santo evangelio según san Mateo 21, 28-32

Domingo 26 del Tiempo Ordinario – Ciclo A

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
«¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. Él le contestó: “No quiero». Pero después se arrepintió y fue.
Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor”. Pero no fue.
¿Quién de los dos cumplió la voluntad de su padre?».
Contestaron:
«El primero».
Jesús les dijo:
«En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas van por delante de vosotros en el reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no os arrepentisteis ni le creísteis».

COMENTARIO

“ÉL LE CONTESTÓ: ‘VOY, SEÑOR’. PERO NO FUE”

El evangelio de este domingo presenta una dura interpelación a “los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo”,  es decir a las autoridades religiosas de su tiempo. Les acusa de palabras vacías y les compara, para peor, con “los publicanos y las prostitutas”. Muy fuerte y muy ofensivo para los primeros. Mucho hablar, les dice Jesús, pero sois como ese hijo que dice que va a ir a trabajar a la viña, pero a la hora de la verdad no va.

¿Y qué trabajo es el que tendrían que haber hecho esos sumos sacerdotes y ancianos y no hacen? Jesús también lo deja claro: “Vino Juan enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis”. “El camino de la justicia”: porque el Padre Dios no espera sólo palabras, sino que desea obras. ¿Y qué obras? Las obras del amor que en una sociedad injusta son las obras de la justicia del evangelio, que en una sociedad que no responde a los deseos y al proyecto de Dios es trabajar por su transformación según el plan de Dios.

Adorar a Dios no es sólo cuestión de palabras, sino de escuchar su voluntad y llevarla a cabo. Porque si no es así somos como el hijo que dice “sí, sí, sÍ” pero después hace lo que le da la gana. San Ignacio de Loyola lo expresa con claridad al comienzo de sus Ejercicios Espirituales: adorar a Dios no es sólo “alabar”, sino que supone un triple movimiento: “alabar, hacer reverencia y servir”. Hacer reverencia es escuchar y discernir la voluntad de Dios para servir, para llevarla a cabo en el servicio a Dios y a nuestros hermanos.

Una vez más, las palabras de Jesús en su evangelio tienen una plena vigencia en nuestro tiempo. No son sólo palabras dirigidas a los hombres religiosos de su tiempo; son válidas también para nosotros hoy. Porque las tentaciones que tenemos las personas religiosas de hoy son semejantes a las de las personas religiosas del tiempo de Jesús: pensar que con nuestras oraciones o rezos, en la intimidad de nuestra relación con Dios, ya está todo hecho. Y no es así. No hay relación auténtica con Dios que no pase también por los hermanos.

Y aún algo más: evidentemente la oración está sujeta a engaños. Podemos orar al Dios de Jesús o podemos orar a un dios que nos fabricamos a nuestra imagen y semejanza, a nuestro antojo, y que nos deja tranquilos y que no nos pide nada. ¿Cuál es la prueba de verificación de la autenticidad evangélica de nuestra oración? En palabras del evangelio de hoy, “el camino de la justicia”. La auténtica oración al Dios Padre de Jesús y Padre nuestro es la oración que nos pone manos a la obra en el “hágase tu voluntad” en esta sociedad tan alejada muchas veces de lo que Dios quiere para sus hijos.

Darío Mollá, SJ