Lectura del santo evangelio según san Mateo 25, 1-13
Domingo 32 del Tiempo Ordinario – Ciclo A
COMENTARIO
“CINCO ERAN PRUDENTES…”
El capítulo 25 del evangelio de Mateo, el último antes de comenzar la Pasión de Jesús, contiene tres parábolas: la primera de ellas es la que se nos propone este domingo que nos narra la historia de las diez vírgenes que están esperando al esposo para el banquete nupcial. Las otras dos, que escucharemos los próximos dos domingos, son la parábola del señor que se va de viaje y entrega una cantidad de dinero a sus siervos para que la hagan fructificar y la parábola del juicio de las naciones. Un capítulo evangélico importante en la perspectiva del final del año litúrgico que vamos a meditar por completo a lo largo de tres domingos.
Me gusta leer esas tres parábolas como un triple mensaje de Jesús sobre la dinámica del amor. Del amor a Él y del amor humano, que son inseparables. La parábola de hoy nos habla de la necesidad de cuidar el amor, del cuidado del amor. No basta con tener la lámpara, si al mismo tiempo no tenemos y cuidamos que haya el aceite suficiente para tener la lámpara encendida. No basta la llamada (la lámpara), es necesaria la respuesta y el cuidado (el aceite).
Podemos fácilmente acudir a nuestra experiencia cotidiana. El amor que no se cuida se va apagando poco a poco. Sea el amor matrimonial, sea el amor de amistad. Cuando el amor está vivo se cuida el más mínimo detalle. Y ese cuidado del detalle es el que mantiene el amor vivo pese a todos los elementos de la vida que pueden debilitarlo, desde la rutina a los pequeños conflictos o malentendidos, o simplemente el cansancio o el paso del tiempo.
El amor a Dios, la relación con Jesús, hay que cuidarla, porque si no la cuidamos poco a poco se irá debilitando y quedando en nada, en rutina, en palabra hueca, en vacío. ¿Y cómo se cuida el amor a Dios? Del mismo modo que el amor humano: con deseo, con el encuentro personal en la oración, con el detalle, con la mirada, con el sacrificio que nos descentra de nosotros para centrarnos en él.
Y ese amor, cuidado y vivo, es el que nos va a permitir afrontar los desafíos y dificultades de la vida. Los que sean. Esos que no sabemos cuándo vendrán y cómo serán y que no nos pueden pillar desprevenidos o dormidos. Ese es el significado de ese esposo que no sabemos cuándo ni cómo vendrá. No basta con simplemente estar; hay que estar vivos y despiertos. Porque desde un amor cuidado y vivo la vida se vive de una manera, y cuando el amor se ha apagado las llamadas, sean del Señor o sean de nuestros hermanos, nos pillan insensibles, pasivos, sin fuerza o centrados en nosotros mismos. Una pena. Y una llamada: cuidemos el amor.