Un año más las personas que participan en diversas iniciativas y grupos que hacen vida en el Centro Arrupe Valencia se unieron para compartir la Semana Santa en comunidad. Del domingo 13 de abril al sábado 19 de abril se llevaron a cabo las celebraciones habituales de este tiempo litúrgico donde recordamos la Pasión de nuestro Señor Jesucristo y reafirmamos que la muerte no tiene la última palabra para quienes creemos en Cristo.
A continuación compartimos, a modo de crónica, cómo se vivió cada celebración y algunas imágenes para crear cada momento:
Jueves Santo
En un ambiente de recogimiento nos reunimos un grupo numeroso de personas que como comunidad de Jesuitas Valencia queríamos recordar la última Cena de Jesús.
La ambientación de la Iglesia, cuidada con sencillez y mucha belleza nos introdujo en la celebración del Jueves Santo día del amor fraterno, con hondura y profundidad.
En la monición de entrada se nos recordaba como Jesús nos revela el Amor de Dios amando hasta el extremo, y como con sus amigos partió y compartió el pan, instaurando la Eucaristía.
Después de la liturgia de la palabra y la homilía, se realizó el lavatorio de los pies, en el que participaron 12 personas de la comunidad. Fue un momento donde recordamos como Jesús se abajó y lo sigue haciendo para acoger nuestros cansancios, durezas y sufrimientos. Él nos cuida expresándonos su inmenso amor, con gestos de gran humanidad y humildad. Contemplar esta escena fue una llamada a salir al encuentro de nuestros hermanos y hermanas con ojos de misericordia.
En el día del amor fraterno quisimos tener presentes a los hermanos que sufren y a tantas personas que dedican su vida comprometida en el servicio a otros. Por ello, la colecta tuvo un significado especial y se destinó a dos proyectos de Cáritas: Interparroquial de Paiporta, a quienes nos hemos unido como consecuencia de la Dana e Internacional de emergencias para Tierra Santa.
Tras la comunión y con la gran emoción de todo lo vivido y compartido durante la celebración y en un ambiente de profundo silencio, acompañamos en procesión al Sacramento del Amor, al Cuerpo de Cristo, al monumento. Se dispuso de un tiempo de oración para contemplar cómo la grandeza de Dios se hace presente en la humildad de un trozo de pan.







Vía Crucis
El Via Crucis del Viernes Santo ha sido una celebración de recogimiento y profundo respeto, reviviendo el camino de Jesús hacia la muerte y su entrega incondicional por nosotros.
Acompañándonos con cantos, hemos recorrido las catorce estaciones por la iglesia y el interior del Centro Arrupe. Hemos contemplado el dolor de Cristo, presente hoy en tantos rostros heridos y en todas las cruces que tenemos ahora en nuestro mundo.
Tantos dolores en silencio, tantos gritos, injusticias, sin respuesta. Con reflexiones hondas, bellas e intensas, hemos podido percibir el sentir y el momento vital de los diferentes grupos del Centro Arrupe. Ha sido una mañana orante, de silencio y profundidad.
Sabemos que la Cruz no tiene la última palabra: el amor y la vida brotan de ella. La Cruz nos invita a ser sembradores de esperanza para transformar la oración en compromiso, la contemplación en acción. Con corazones renovados, dispuestos a ser comunidad que desclava.
Unidos en el itinerario de la Cruz, nos hemos preparado para los Oficios de la tarde. Él camina con nosotros. Ésa es nuestra esperanza.

















Viernes Santo
La celebración del Viernes Santo comenzó con el templo en penumbra y en un profundo silencio, como corresponde a una celebración de gran austeridad litúrgica en consonancia con el sentido de ese día. La monición de entrada marcaba el tono al señalar que era un momento de callar y de contemplar a Jesús clavado en la cruz. En la Cruz está el resumen. Carga sobre sus hombros el dolor de las víctimas y el pecado de los victimarios. Dios muere para que nosotros vivamos. También es una celebración en la que tener muy presentes tantos lugares en el mundo en los que el Viernes Santo parece interminable.
En la liturgia de la Palabra se leyó la Pasión, lectura que siempre nos conmueve por muchas veces que la hayamos escuchado. Siguió después la parte más especial de la celebración, la Adoración de la Cruz por parte de todos los que estuvimos allí reunidos.
Con gran devoción y en continuo canto, nos postramos ante la Cruz, haciendo algún signo de adoración. En este tiempo fuimos meditando internamente sobre el sentido de la cruz y de las propias cruces en nuestras vidas como seguidores de Jesús.
La celebración acabó con la liturgia de la Comunión, en la que, tras vestir el altar y el traslado del Santísimo, se comulgó con las formas consagradas el día anterior. Quedó al final el Cristo crucificado al que habíamos adorado como signo de lo vivido y a la espera del anuncio gozoso de su Resurrección.






Vigilia Pascual
Caía la tarde y nos fuimos congregando un numeroso grupo de personas en torno al fuego que iba a alumbrar el cirio pascual. Hacía viento y parecía que el fuego se resistía a prender el cirio y la luz de las velas pero con paciencia se fue iniciando este rito y la celebración. La bendición del fuego nos simboliza la luz de Cristo que ha resucitado.
Se percibía la ilusión y la alegría por celebrar en comunidad esta gran vigilia de la luz, de la Palabra, del bautismo y de la eucaristía, con el corazón abierto para contemplar el milagro del amor de Dios.
A lo largo de la celebración fuimos recorriendo la historia de la salvación del pueblo de Israel y con ella nuestra propia historia de salvación personal y comunitaria. Con la colaboración de los cantos, las luces, el silencio, la profundidad de los diferentes momentos de la celebración nos fuimos sumando con alegría y gozo profundo en la gran Noche de la Pascua.
Cristo ha resucitado y esa es nuestra esperanza que nos abre a una vida nueva.
Finalizada la vigilia pascual nos reunimos para compartir en una ambiente de fraternidad una cena preparada por todos. Se creó un ambiente festivo y es bonito ver como cada año se unen personas nuevas que se sienten deseosas de conocer y compartir con la comunidad.
Textos de: Esperanza Rangel, Carmen Rodrigo y Juan José Zacares









