Domingo 3 de Adviento. Ciclo C (Lucas, 3, 10-18)
El evangelista Lucas aplica estas palabras “anunciaba el pueblo el evangelio” a Juan el Bautista. Juan el Bautista tuvo la gracia de anunciar al mismo Jesús presente y contemporáneo entre su pueblo: “… está a punto de llegar… Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego…”. Jesús vive y viene hoy; también nosotros estamos llamados a anunciar la buena noticia de su presencia en nuestro tiempo. En el anuncio del evangelio que hace la Iglesia en la liturgia de este domingo de Adviento hay dos palabras muy “evangélicas” que somos llamados a proclamar con fuerza y convicción: ALEGRÍA y JUSTICIA. Palabras que los cristianos hemos olvidado muchas veces y que son esenciales en el mensaje de Jesús.
La palabra “alegría” es consecuencia primera y lógica de un mensaje que es en sí Buena Noticia. Curiosamente es una palabra que hemos olvidado con demasiada frecuencia y demasiadas veces los cristianos hemos dado la imagen de personas tristes, amargadas, decepcionadas o negativas. Sorprendentemente. Porque si leemos los textos evangélicos, página tras página la presencia de Jesús, su mensaje y su acción, lo que provocaban era alegría en la gente y transformaban la tristeza y el dolor de los que se encontraban con Él en gozo.
Estamos hablando de una alegría de fondo, vinculada a la certeza de la presencia de un Dios amor en nuestra vida. No es, por supuesto, la alegría pasajera y efímera de nuestros éxitos o de nuestros golpes de suerte en la vida. Es otra cosa. Es saber que, más allá de cualquier circunstancia, nuestra vida está en las manos de Dios, de un Dios que nos ama y nos cuida.
La palabra “justicia” también es una palabra esencial en el anuncio de Jesús, y, por desgracia, también una palabra olvidada demasiadas veces en nuestro anuncio y en nuestra práctica del evangelio o sustituida por otros términos menos comprometidos, pero también menos evangélicos.
Leamos con atención el evangelio de hoy: se acercan a Juan Bautista tres tipos de persona bien diversos: gente “normal”, publicanos o recaudadores de impuestos que exigían más de lo mandado para hacer de ello su propio beneficio, y soldados romanos que con la fuerza de las armas podían extorsionar a la gente. Conmovidos por la predicación de Juan, le preguntan: “¿qué debemos hacer?”. Y Juan les contesta de un modo muy contundente y a todos ellos en la misma línea, la de la justicia: a los primeros les invita a compartir y a los otros les invita a no aprovecharse de la gente, a ser justos en su actuar.
“Alegría” y “justicia”: son evangelio vivo allí donde se hacen presentes. También cada uno de nosotros nos tendríamos que preguntar ante el Señor en este domingo de adviento por esas dos cosas: si nuestro seguimiento de Jesús vive y transmite alegría y si nuestra fe es una fe que obra la justicia y se compromete contra la injusticia.
Darío Mollá SJ