El “Reloj de la Vida”, es una herramienta que ayuda a afrontar desencadenantes de sufrimiento en las personas mayores, desde la espiritualidad ignaciana. En cada edición nos encontramos con diferentes personas, vivencias, realidades y formas de afrontar las dificultades. Pero, lo que no cambia nunca es el poso que deja en todos los participantes esta experiencia.
Tanto los monitores o guías, como las personas que realizan el taller, formamos “equipo”. Vamos juntos, hacemos una peregrinación por un camino de esperanza hacia la escucha, y la sanación de muchas cosas que llevamos en nuestro interior y que, en otras circunstancias, seríamos incapaces de decirlas en voz alta. Las reflexiones en los pequeños grupos de trabajo son un poderoso instrumento que anima a compartir y a percibirnos como Comunidad.
Cuando sufrimos, parece que no hay esperanza. Muchas veces nos vemos solos e incapaces de buscar alternativas o, simplemente, de “aceptar” con paz.
En el Reloj de la Vida nos sentimos arropados y comprendidos, de manera que somos capaces de soltar ese lastre que muchas veces nos impide caminar y mirar la vida con ojos nuevos.
Es posible que el problema permanezca, pero lo que realmente cambia y da un nuevo sentido a la vida es la manera de abordarlo, partiendo siempre de nuestro agradecimiento a Dios por tanto bien recibido.
“Gracias, Señor, por tan maravillosa oportunidad de vivir la experiencia del Reloj de la Vida. Las estrategias utilizadas por los amables y pacientes coordinadores, nos han llevado a nuestros recuerdos, a sanar parte de la vida emocional interior. Con las sugerencias facilitadas, seguiremos adelante aceptando las dificultades y limitaciones, viéndolas con el amor con que Jesús nos mira”.
Participante del Reloj de la Vida, 2024-2025.
Fuente: BOLETÍN CIERRE DE CURSO 2025 – CENTRO ARRUPE


