EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 24, 46-53

Domingo VII de Pascua – Ciclo C

Solemnidad de la Ascensión del Señor

COMENTARIO

“SE VOLVIERON A JERUSALÉN CON GRAN ALEGRÍA”
(Lucas 24, 46-53)
Solemnidad de la Ascensión del Señor – Ciclo C

La frase que tomo como punto de partida de la reflexión que os comparto en esta Solemnidad de la Ascensión del Señor puede parecer, de entrada, sorprendente e incluso contradictoria con el momento que están viviendo los discípulos: el Señor les deja, pero ellos con gran alegría vuelven a Jerusalén. Apunto, al menos, dos circunstancias que nos llevan a sorprendernos y extrañarnos de esa reacción de los discípulos.

Lo primero que nos extraña es ese sentimiento de “gran alegría”. Lo que acaba de suceder es que el Señor Jesús les deja de una manera definitiva; nos parecería que lo lógico es que se hubieran quedado bien tristes por esa partida, como tristes nos quedamos nosotros cuando nos deja un ser querido. ¿Por qué esa alegría?

En segundo lugar, vuelven a Jerusalén. Ellos son galileos y Jerusalén en esos momentos lo único que les trae son malos recuerdos: la pasión y la muerte de Jesús y su fracaso personal como discípulos, pues han abandonado al Maestro en el momento más difícil, uno de ellos le ha traicionado y el líder del grupo le ha negado por tres veces. Muy poco antes estaban metidos en casa, llenos de miedo y de dudas. Lo que les contaban las mujeres “les parecían desatinos y no las creían” (Lc 24, 11) e incluso cuando se presenta el mismo Jesús ante ellos “sobresaltados y asustados, creyeron ver un espíritu” (Lc 24, 37). ¿Por qué no se vuelven a su tierra y a su casa, superado el mal trago?

El motivo fundamental de la alegría es comprobar que, efectivamente, se ha cumplido la promesa de Dios: “el Mesías… resucitará de entre los muertos al tercer día” y que, por lo tanto, todo lo que han vivido con Jesús es la verdad y su vida ha estado llena de sentido. No se han equivocado al seguir a Jesús. Alegres porque la vida del Maestro no ha acabado en la muerte, y alegres porque las promesas que Jesús les ha hecho en nombre del Padre se cumplirán. La alegría de haber encontrado la Verdad.

Junto a ese motivo de alegría, hay otros dos motivos de alegría: la promesa del Espíritu y la llamada a la misión. Una misión que será para “todos los pueblos, comenzando por Jerusalén”. Antes de despedirse de ellos Jesús les dice “quedaos en la ciudad hasta que os revistáis de la fuerza que viene de lo alto”. Y eso es lo que van a hacer con un doble sentimiento, que ya nadie les va a arrebatar nunca: un sentimiento de confianza y un sentimiento de alegría. Nosotros estamos llamados a continuar hoy esa misma misión con la misma confianza y con la misma alegría. Las que nos da el Espíritu que Jesús nos envía.

DARÍO MOLLÁ, SJ