El Reino de Dios es como la más pequeña de las semillas

Domingo 11 del tiempo ordinario. Ciclo B (Mc4,26-34)

Retomamos la lectura de Marcos en este tiempo litúrgico ordinario y cotidiano. Es bueno hacer una lectura atenta desde el inicio del evangelio hasta llegar a la escena de este domingo. Sabemos que no tenemos más remedio que fragmentar los evangelios para proclamarlos en la eucaristía, pero no olvidemos la coherencia narrativa de cada uno de ellos.

Desde el comienzo, el evangelio de Marcos presenta a un Jesús libre y compasivo que provoca una auténtica agitación y tormenta en las rutinas mortecinas de los “hombres de dios” y del sistema religioso de su tiempo. “Los letrados dicen que está blasfemando” porque Jesús reconcilia y perdona al paralitico; los fariseos exclaman escandalizados “¿qué es eso de comer con descreídos y publicanos?” pues Jesús hace estallar los códigos de puro-impuro, dentro-fuera, tu si-tu no… También le dicen algo terrible como que “actúa en nombre de Belcebú”, el principal de los demonios; critican a los discípulos porque se van contagiando de la libertad de Jesús: “oye, tus discípulos hacen en sábado lo que no está permitido”; “los fariseos se pusieron a planear con los herodianos acabar con él” porque en sábado y en la sinagoga ha devuelto la vida y la fuerza al hombre del brazo atrofiado; con su familia no le va mejor, estás descolocados, los “parientes decían que no estaba en sus cabales”… un auténtico huracán.

Ahora Jesús parece que se serena y comienza a narrar parábolas a la gente y a sus discípulos. Jesús dice y hace, hace y dice Reino de Dios. Jesús no ha comenzado su misión con bellos discursos sobre el reinado de Dios, dando definiciones y explicando conceptos, no ha comenzado su misión enseñando a orar a los afligidos y desconsolados, Jesús ha comenzado su misión “practicando” el Reinado de Dios que es algo que acontece cuando se libera, se perdona, se pone en pie, se alivia a las criaturas carentes y vulnerables. Nosotros empezamos de verdad y de corazón a ser seguidores de Jesús, a ser cristianos y cristianas, no cuando nos sabemos la “doctrina”, sino cuando experimentamos que Él es camino, verdad y vida, cuando desde su amor incondicional nos sentimos queridos y sanados. El inicio del evangelio de Marcos nos dice de un modo provocador qué es lo importante, cual es el gran criterio de discernimiento del Reino: Dar vida.

Esta experiencia de sanación es cotidiana y se va tejiendo en lo pequeño, en lo no aparente, en lo sencillo de cada día, en lo que no se exhibe ni se publicita, en aquellos gestos de ternura, de compasión y fraternidad que sólo el Padre los ve: esto es el Reino de Dios como grano de mostaza. No siempre el reino es un huracán que todo lo remueve y descoloca, muchas veces, por no decir la mayoría, el Reino de Dios es un asunto de siembra, paciencia, el tiempo del Señor “gracias a Dios” no es el nuestro, y confianza en su fidelidad. Nos dice S. Ignacio que es Espíritu del Señor que nos empuja continuamente al acontecer del reino actúa “dulce, leve y suavemente”, como “gota que cae sobre esponja”, sin ruido, sin estridencias. El Reino va adelante sin saber muy bien nosotros cómo, “sin que el sembrador sepa cómo”.

La invitación de Jesús en el evangelio de este domingo es a no ser presuntuosos ni controladores, a confiar más en su Espíritu y sobre todo a caer en la cuenta de que el Reino de Dios a veces es huracán y la mayoría de las veces brisa suave, por eso no toca discernir, estar a la escucha.

Toni Catalá SJ

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