Yo soy el camino.

Domingo 5º de Pascua – Ciclo A (Juan 14, 1 – 12)

Creo que nunca hemos agradecido suficientemente al bueno del apóstol Tomás su espontaneidad y su sinceridad al hablar con Jesús o sus compañeros en tantos momentos del evangelio, porque esa espontaneidad de Tomás hace posible, como sucede en el evangelio de este domingo, respuestas y actuaciones de Jesús bien relevantes. Tomás, perplejo ante la afirmación de Jesús de que ya saben adónde va y de que, por tanto, ya saben el camino, no tiene reparo en contradecirle y contestarle que ni saben adónde va ni saben el camino. Entonces Jesús responde a Tomás con una de las afirmaciones más completas sobre si mismo: “Yo soy el camino y la verdad y la vida”. ¡Bendita espontaneidad de Tomás que merece tal respuesta del Señor!

“Yo soy”: en el evangelio de San Juan aparece varias veces esta afirmación con un predicado añadido por los que Jesús se va identificando. Este domingo pasado, sin ir más lejos, nos encontrábamos con dos de esas afirmaciones: “Yo soy la puerta”, “Yo soy el Buen Pastor”. Aquí Jesús utiliza tres grandes palabras para decirse a si mismo: camino, verdad y vida. Podemos subrayar cada una de las tres e incluso hacer diversas formas de relación entre ellas. Yo me voy a fijar sólo en una, la que parece más sencilla: camino. “Yo soy el camino” ¿Qué aplicaciones podemos hacer de ello a nuestra vida cotidiana?

La afirmación de Jesús puede indicar una cierta “exclusividad”. No hay otro camino: no hay otro camino hacia la verdad, la vida, hacia Dios que Él mismo. Es “el” camino, no “un” camino. Ningún otro camino tiene sentido para el cristiano fuera del camino de Jesús. El valor de cualquier camino concreto que se proponga a personas y comunidades cristianas viene dado por su identificación de fondo con Jesús y su evangelio. Los matices pueden ser muchos, pero la referencia es sólo una: Jesús.

El camino de Jesús a lo largo de su vida en esta tierra no fue un camino de rosas ni una marcha triunfal. Fue un camino bien difícil. Comenzó en Belén, en la suma pobreza y en condiciones bien duras. Tras el exilio en Egipto y la vuelta, los muchos años de Nazaret, una aldea perdida en Galilea: años de discreta y callada obediencia en la rutina de la vida. Al final la persecución y la cruz en Jerusalén. Bueno: el final, no; el final fue la resurrección, pero el camino fue duro. Conviene no perder todo esto de vista si queremos caminar por el camino de Jesús.

Lo verdaderamente importante de un camino es que nos lleve adonde queremos ir. El que sea más ancho o más estrecho, más llano o más empinado, más bonito o menos, es relativo. Y lo que Jesús le dice a Tomás, y en él a todos nosotros, es que seguir su camino, seguirle a Él como camino, es caminar hacia la Verdad y la Vida. Es caminar hacia Dios.

Darío Mollá SJ