¿Y si…?

Es una pregunta que nos viene acompañando desde hace mucho, tanto que se pierde en el origen de los tiempos cuando desarrollamos esa asombrosa capacidad de imaginar posibilidades que se transforman en oportunidades.

Es una pregunta muy sencilla en su formulación pero resulta provocadora, atrevida, estimulante cuando viene alentada por la audacia y la osadía de quien intuye que algo da más de sí… a pesar de las evidencias. Es la pregunta que nos ha permitido ensanchar límites, atrevernos a superar fronteras haciendo real lo que parecía un absurdo.

Es una pregunta que permite visualizar nuevos escenarios en los que seguir desplegando potencialidades y valentías. Es una pregunta para los que ven la realidad como oportunidad y al verla de ese modo, su creatividad se dispara, se activa.

El anuncio del Evangelio pide esa creatividad osada que se pregunta «¿y si…?», dejando que emerge la intuición, la espontaneidad, el arrojo para transitar otros caminos que sacan de las rutas al uso. Algo de eso nos pide Francisco cuando en La alegría del Evangelio afirma que «necesitamos imaginar…» (EG 73)