Bautismo del Señor – Ciclo B (Mc 1,7-11)
El evangelista Marcos narra la Buena Noticia de Jesús entre dos rasgaduras: al principio del evangelio, en el bautismo, se “rasgaron” los cielos y al final del relato, en la cruz, se “rasga” el velo del Sancta Sanctorum del Templo. Si queremos entrar en los cielos y en el lugar santo del templo no nos queda otra que mirar a Jesús, contemplar su decir y hacer, su situarse en la vida, su caminar en libertad, compasión y gratuidad hasta el final. Entonces nos damos cuenta de que no hay que subir a ningún cielo, porque es Él el que se abaja, “vio al Espíritu bajar”, y que el único espacio sagrado es el Crucificado, abrazando el dolor del mundo.
Nos empeñamos en seguir entrando en “espacios sagrados” y “penetrar en los cielos” porque nos cegamos para percibir que es el Hijo amado, el ungido por el Santo Espíritu, por la Ruah Santa, por el aliento y la bendición de la Voz, el que anda por los mismos caminos de la vida que nosotros. Realmente el evangelio es sorprendente, tan sólo basta acercarnos sin darlo por sabido y con un corazón receptivo.
En el bautismo de Jesús se nos muestra cómo los cielos impenetrables se abren, y se revela, se manifiesta, el Misterio Absoluto como un ámbito de Compasión, como Trinidad Santa (la palabra Dios “a secas” no nos permite narrar todo lo acontecido y manifestado en Cristo Jesús): la Voz que desde siempre y para siempre nos muestra su entraña compasiva por medio del Santo Espíritu en su Hijo. A partir del bautismo Jesús hará de los caminos de Galilea el lugar en el que Dios, comunidad de amor con nosotros, visita a su pueblo aliviándolo de sus sufrimientos y achaques.
Estas rasgaduras las debemos tomar en serio, no están de adorno, en los evangelios no sobra ni una coma, los evangelistas son hombres inspirados que no se limitan a recoser jirones recibidos de la tradición sobre el Nazareno, sino que perciben la coherencia y novedad de todo lo acontecido en Jesús. En estas rasgaduras percibimos que el camino a recorrer en la vida como seguidoras y seguidores de Jesús es su mismo camino: “pasar haciendo el bien”
Es verdad que es un mundo de tanto sufrimiento se entiende que la tentación “religiosa” es la de buscar refugios “sagrados” que nos resguarden y “cielos” a los que subir, porque es muy duro estar siempre a la intemperie en esta tierra nuestra. Es verdad que necesitamos lugares de “reposo”, pero no olvidemos que el Hijo del Hombre y muchos hijos e hijas de los hombres “no tienen dónde reclinarse…”
El bautismo a Jesús le reorientó de raíz la vida. Se sintió Hijo, percibió desde todas las fibras de su ser que la “Voz” no era un imperativo mandato asfixiante, sino una Voz que le daba total sentido a su vida. Al percibir la voz como la Voz del “Padre que siente ternura por sus criaturas”, como la Voz del “Padre Señor del cielo y de la tierra”, como la Voz del Padre en el que, finalmente, desde el desgarro de la cruz, pondrá toda su confianza, Jesús nos abre a la Vida. Pongamos siempre los ojos en Jesús para no perdernos por cielos y lugares que son un viaje a ninguna parte. Pidamos su mismo Espíritu.
Toni Catalá SJ