Vino la Palabra de Dios sobre Juan… en el desierto

Domingo 2 de Adviento. Ciclo C (Lucas 3, 1-6)

Juan el Bautista es uno de los nombres propios importantes en el evangelio y, de modo particular, en el tiempo de Adviento. En palabras de Jesús: “os digo que entre los nacidos de mujer ninguno es mayor que Juan”. Una alabanza extraordinaria pronunciada, además, en el preciso momento en que se pone de manifiesto el distinto tono del anuncio entre Jesús y Juan, y el desconcierto de Juan ante el mensaje y la acción de Jesús: “Juan llamó a dos de ellos y los envió al Señor a preguntarle: ¿Eres tú el que había de venir o hemos de esperar a otro?” (Lucas 7, 18-19). La liturgia de la Iglesia nos da un detalle significativo de la importancia de Juan. Sólo celebra tres nacimientos a lo largo del año: el de Jesús, el de María y el de Juan Bautista.

La figura y el mensaje de Juan nos pueden resultar extraños desde nuestros parámetros culturales, incluso un poco frikis. Sin embargo, creo que en él hay valores permanentes y muy actuales para hoy que nos viene bien recordar:

  • Juan es el hombre “que predica en el desierto”. Sabemos y experimentamos en nuestro tiempo y sociedad lo duro que es predicar en desierto. Nuestro desierto no es el físico de Juan, sino el desierto de la incredulidad y/o la increencia, el desierto de una sociedad anestesiada (“de corazón embotado” en el lenguaje evangélico) por el en consumo y los falsos valores, el desierto de la desesperanza. Juan es testimonio del coraje necesario para seguir predicando en desierto;
  • Juan es ejemplo de profeta comprometido con la verdad ante unos y otros: “¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Os digo que sí y más que profeta” (Lucas 7, 26). Compromiso con una verdad y unos valores, y valentía para proclamarlos ante quien sea y al precio que sea. Mensaje interpelante el de Juan en un tiempo como el nuestro en el que todo es negociable con tal de conseguir mis objetivos;
  • Juan es ejemplo de abnegación, alguien que tiene muy claro quién es y quién no es, que nunca pretende ser lo que no es ni engañar a nadie: “viene uno con más autoridad que yo, y yo no tengo derecho para soltarle la correa de sus sandalias” (Lucas 3, 16). Sabe que no sustituye al Mesías, sino que lo señala: “Al día siguiente estaba Juan con dos de sus discípulos. Viendo pasar a Jesús dijo: Ahí está el Cordero de Dios” (Juan 1, 35-36). Buen ejemplo el de Juan en tiempos de protagonismos, narcisismos, en que a veces importa más garantizar la fidelidad al líder que promover la fidelidad al Señor.

Escuchar su mensaje también es bien necesario para nosotros en este tiempo de Adviento: “preparad el camino al Señor”. ¡Tantas cosas nos preocupa preparar para estas Navidades: comidas, viajes, decoración, fiestas… que podemos olvidar prepararnos nosotros mismos para lo que de verdad importa: el encuentro con el Señor!

Darío Mollá SJ

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