Este jueves, 13 de julio de 2017, ha fallecido Vicente Marqués Ruiz, jesuita tras 69 años de vida en la Compañía de Jesús y 55 años de sacerdote. Entre 1998 y 2008 fue miembro del Equipo del Centro Arrupe. Todos aquellos que le conocimos y tratamos no podemos dejar de dar a Dios por el don de su vida y la huella que ha dejado en tantas personas a las que ayudó y acompañó, especialmente durante el tiempo que estuvo en las Escuelas san José, fue asistente de CVX y consiliario de la Asociación de Antiguos Alumnos. La misa exequial se celebrará el próximo sábado 15 de julio a las 11 h en la Iglesia del Centro Arrupe.
Compartimos esta oración compuesta por él que nos deja intuir la experiencia de Dios que vivió y que supo proponer a otros.
“Dime, Jesús, tu nombre verdadero para que yo te alcance de una vez y para siempre: has de ser Tú el que me lo digas, corazón a corazón.
No he de buscarte, Tú me buscas, Tú el que siempre estás viniendo. No estás lejos, más Tú en mí que yo mismo, y me has hecho uno contigo. Tú tan grande y tan conmigo, tan Dios y tan humano: yo ante Ti, todo admiración y pasmo y, a la vez, tan en casa y en familia.
Tú, mi alegría, mi ansia sin descanso, mi llaga más íntima, mi destino inevitable y deseado, mi meta y fundamento; mi premio y mi perdón, mi verdad; la vida por quien vivo y mi camino, mi fe y mi confianza; mi fuerza, mi roca, mi refugio y mi defensa; mi verdad también, la clave de mi historia; Tú mi oficio y mi tarea, mi norma única y mi ley, el aire que respiro; la referencia única de lo que soy y hago; la luz con la que mis ojos ven el mundo y su grandeza; el corazón con el que amo al mundo y su miseria; la esperanza por la que lucho para el mundo y mis hermanos.
Dime, por fin, tu nombre deseado; porque repito mil nombres y nunca es del todo el tuyo. Dime tu nombre verdadero, ser de mis ser, dímelo Tú, para que se lo diga a todos, pues que les hace falta a los que penan, y a los vencidos, a los solos, a los que no pueden ya más ni ven salida, a los agobiados de soportar la carga de vivir, a los oprimidos por los que sobre ellos, medran; a los que distraídos u orgullosos, ni siquiera saben que te necesitan y se están muriendo de sí mismos; a los que se mueren de ganas y buscan y no saben qué; a los que sienten la muerte en el corazón mismo de la vida y piden prodigios, demostraciones, sin aceptar ser amados; a los que te arrinconan, pieza de museo o ilustre personaje histórico; a los que te reducen a una idea.
Dinos, Jesús, tu nombre, quién eres, y que nos cambie y nos haga el mundo en paz y vividero, porque solos no podemos conseguirlo. O hazme a mí mismo, si Tú quieres, tu nombre, repetido, vivo; tu imagen, tu presencia aquí y ahora en Ti y contigo”.