Universitarios en la cárcel (1)

El pasado mes de Julio, doce universitarios y jóvenes profesionales, junto con tres jesuitas, participaron en el campo de trabajo Claver-Picassent 2016. De este modo se hacían cargo de la Escuela de verano que ofrece la pastoral penitenciaria de la archidiócesis de Valencia a los internos en la cárcel de Picassent (Valencia). Compartimos el testimonio de Francesc Fayos Suau, uno de los universitarios que participaron y que está en los grupos universitarios del Centro Arrupe.

P.- Cuando te propusieron este campo: ¿qué te motivó?

R.- La posibilidad de acercarme a un colectivo al que no hubiese tenido acceso de no ser por los jesuitas.

P.- ¿Por qué este colectivo?

R.- Estudio Trabajo Social. Y este colectivo contiene muchos otros con los que trabaja un Trabajador Social: inmigrantes, mujeres maltratadas, personas marginadas y excluidas en general.

P.- ¿Tenías contacto con alguno de los demás participantes de este campo de trabajo?

R.- No. Ni siquiera con los de Valencia, salvo alguna cena común entre grupos universitarios. Mucho menos con los que vienen de fuera. En el origen estuvo la convocatoria a una manifestación organizada por la plataforma Pobreza Cero. Fui el único de mi grupo que asistí. Eso me dio una oportunidad para hablar más a fondo con Pedro Giner, uno de los responsables de la pastoral. Al explicarle que estudio Trabajo Social, me planteó la posibilidad de este campo de trabajo. Más adelante, movió a otros en Valencia, y así hemos sido varios.

P.- ¿Te imaginabas el campo de trabajo como lo estamos viviendo?

R.- No. Imaginaba a los internos como gente menos participativa, difícil de entusiasmar. Pensaba que habría más funcionarios por medio, mucho más control. Estuvo bien que nos explicaran qué íbamos a hacer, para participar en el proceso de diseño de los talleres.

P.- Dentro de la cárcel: ¿qué ves en los participantes?

R.- Gente que ha tenido mala suerte en la vida, no malas personas. Ni todas las personas malas están en prisión, ni todas las personas internas en una prisión son malas. Tengo muy en cuenta el peso de las circunstancias desfavorables. Han hecho algo malo y lo purgan, pero no tienen por qué ser personas violentas.

P.- ¿Cómo te afecta la dimensión espiritual de este campo de trabajo?

R.- Me llega adentro. Me sitúo como Jesucristo, que no juzga, sino que está ahí, delante de la persona, para levantarla, para moverla a que se ponga en pie y viva. Ten en cuenta que son personas invisibles, que la sociedad excluye, a las que teme dar trabajo. Por eso es importante mirar adentro y desde dentro, para ir más allá de la cáscara, para comunicar vida. No podemos quedarnos en los estereotipos.

P.- ¿Qué haces en la cárcel?

R.- Talleres, actividades, manualidades… como excusa para que se expresen. Sacan mucho su sentido de justicia. Hablan del mundo, de noticias de actualidad. Me llamó la atención una interna, dirigiéndose al subdirector de la prisión para exclamar de nosotros: -¡Nos tratan como personas!-. También me doy cuenta del valor de “entretenerlos”, sacarlos de la rutina, de las infinitas horas en el “chabolo” (como llaman a la celda). Me llama la atención el tiempo de oración que nos damos con los internos. Más bien creería que las personas internas se alejan de Dios, y sin embargo tienen el sentido de su presencia a flor de piel. Basta escuchar sus peticiones, leer las cartas a Dios que han escrito en el taller de música. Me llama la atención la intensidad con la que gozan las actividades. Cuando montamos una guerra de agua en el patio, correteando descalzos y en bañador con sesenta presos, tirándonos globos, cubos, manguerazos… Sus rostros relucían. Era una felicidad instantánea. Al acabar, nos dieron las gracias porque, durante dos horas, habíamos conseguido que olvidaran que estaban en prisión.

P.- ¿Qué te ayuda más de la experiencia de convivencia, de las ayudas MAG+S?

R.- La posibilidad para volver sobre lo que hemos vivido, para reflexionar y orar, para escuchar lo que viven los demás. En este grupo encuentro gente muy comprometida. Algo como lo que decía el texto que rezamos ayer: que el voluntario tiene que estar comprometido, ser paciente, capaz de aprender, con inquietud por trabajar y mejorar.

P.- Si el año que viene se organiza un campo similar: ¿lo recomendarías?

R.- Por supuesto. Cuando hablo con la familia y los amigos, piensan que mi entusiasmo está condicionado por la intensidad de la experiencia que vivo estos días. Pero creo que, si lo hicieran ellos, tendrían el mismo entusiasmo que experimento. Meterte en un ambiente tan distinto al tuyo habitual ayuda a crecer: salir del entorno, de lo normal de cada día, ampliar el círculo y el abanico social.