Una catequesis ignaciana

Siendo ya Superior General de la Compañía de Jesús, Ignacio de Loyola dedica parte de su tiempo en Roma a la catequesis de jóvenes. Una de estas catequesis tiene que ver con el “examen” de los propios pecados: “Pensaré cuántas veces he pecado contra Dios mi Creador por mi gran fragilidad, que es contra el Padre; cuántas veces por mi crasa ignorancia, que es contra el Hijo; cuántas veces por mi iniquidad, que es contra el Espíritu Santo” (MHSI, vol.42, p. 666)

Comentando esta catequesis ignaciana, el jesuita Adolfo Chércoles, dice que “difícilmente encontraremos un texto en el que estén más integradas fe y realidad humana. Es una apertura a mi realidad negativa enmarcada en la experiencia cristiana del Dios trinitario. En efecto, la negatividad (pecado), tiene en nosotros tres fuentes: la fragilidad (debilidad), la ignorancia (ceguedad) y la maldad (iniquidad)«

Ignacio de Loyola está yendo a la raíz del pecado, con una mirada profunda desentraña aquello que también forma parte de nosotros: la fragilidad, la ignorancia y la iniquidad. Y todo ello lo pone en relación con la Trinidad. Por ello, Chércoles afirma que «la rica plenitud de Dios -Dios es pura relación de Personas, pura ‘convivencia’- ha de tocar de forma diversificada la totalidad de nuestro ser: la fuerza creadora del Padre interrogando mis infantiles fragilidades -debilidades, perezas- y abriéndome a la creatividad de una libertad adulta. La plenitud reveladora del Hijo, de Jesús, “imagen del Dios invisible” (Col 1,15), cuya vida se me ha presentado como camino a seguir, iluminando mis ignorancias y cegueras. Y la plenitud de comunicación y donación que es el Espíritu Santo, debe interrogar nuestras conciencias de todas sus “iniquidades” -maldades-. Una vez más, Dios nos sale al encuentro en nuestros detritus para recuperarnos»