«¿Tenéis la mente embotada? Tenéis ojos, ¿y no veis? Tenéis oídos, ¿y no oís?». Parece que la clave del relato de este domingo (Mc 7:31-37) está en ese versículo del profeta Jeremías (5:21). Si ponemos el relato de Marcos en perspectiva, veremos con algo más de claridad la secuencia:
Curación de un sordo (Mc 7:31-37) evangelio de este domingo
Cita del profeta Jeremías (Mc 8,17-18)
Curación de un ciego (Mc 8,22-26)
Jesús ha estado curando y sanando todo tipo de enfermedades y dolencias y, de pronto, se encuentra con que le traen a un sordo. La facilidad de las curaciones anteriores contrasta con la dificultad de curar a esta persona sorda. Con el ciego sucederá lo mismo: le traen a esta persona y se las ve y se las desea para curarlo. Curioso que las dos curaciones, la del sordo y la del ciego, repiten el mismo esquema narrativo. Es como si Marcos hubiera copiado la secuencia cambiando sólo el personaje.
La cuestión está en que, entre ambas narraciones, Marcos coloca la «impertinencia» de los fariseos que le piden una señal del cielo y Jesús siente un profundo fastidio ante su incapacidad para comprender. ¿Acaso no ha estado curando y sanando? ¿Acaso no ha saciado el hambre de la multitud? ¿Qué más señales necesitan para creer que es el Mesías? Esta incapacidad es compartida por los discípulos. Es imaginable el fastidio de Jesús que acude al profeta Jeremías: «¿Tenéis la mente embotada? Tenéis ojos, ¿y no veis? Tenéis oídos, ¿y no oís?»(Mc 8,17-18)
A pesar de que los discípulos tienen ojos y no ven, que tienen oídos y no oyen, Jesús sanará su sordera y su ceguera para que comprendan. Tendrá que emplearse a fondo. Hasta entonces, los discípulos, sin comprender, seguirán a Jesús.
Seguir a Jesús. Seguir con Jesús a pesar de no comprender, de no entender hacia dónde nos está señalando. ¿Qué es lo que no hemos comprendido como creyentes, como comunidades cristianas? ¿Qué es lo que no comprendemos como Pueblo convocado a la libertad?