Celebramos este domingo el Bautismo del Señor. En el Evangelio se nos dirá que “vino una voz del cielo que decía: Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto.” Y nos ha recordado el libro de Henry Nouwen, Tú eres mi amado. La vida espiritual en el mundo secular.
Nouwen se pregunta qué es lo que podía decir a un mundo alocado, de lugares de diversiones de sesión continua, de despachos en unas torres forradas de cristal, en las que los negocios funcionan día y noche. La palabra que quiere decir es justamente ésa: tú eres mi amado. Compartimos algo de lo que dice:
“Esta voz suave que me llama «mi amado» me ha llegado por infinitos caminos. Mis padres, amigos, maestros, estudiantes y personas ajenas a mí, que se han cruzado en mi camino, todas estaban en la misma onda de voz en tonos diferentes.
Muchas personas me han cuidado con ternura y amor. Se me ha enseñado y educado con mucha paciencia y perseverancia. Se me ha animado a seguir adelante cuando estaba a punto de echarlo todo a rodar y se me ha insistido con amor a que lo intentara de nuevo cuando he fallado. Se me ha premiado y alabado por mi éxito…
Pero de alguna manera, todos esos signos de amor no fueron suficientes para convencerme de que era amado. Bajo una aparentemente fuerte autoconfianza siempre alentaba una pregunta: si todos los que se preocupan tanto por mí pudieran verme en mi ser más íntimo, ¿seguirían amándome? Esta pregunta agónica, enraizada en el lado sombrío de mi ser, seguía persiguiéndome y me hacía alejarme del verdadero lugar en el que puede oírse esa voz casi susurrante que me llama «mi amado».”
Yo también me he preguntado eso (《si todos los que se preocupan tanto por mí pudieran verme en mi ser más íntimo, ¿seguirían amándome?》), si somos hijos de un mismo Dios (como canta Macaco ), nuestra respuesta debería ser un sí, sin paliativos. Esto puede ser sorprendente, recordemos que Jesús murió, por todos, incluso por ateos, homicidas, LGTBI, heterosexuales, separados/as, divorciados/as… Vayamos contra la lógica y amenos como Dios amó. Dios no sólo ama a unos pocos nos ama a todos incluso cuando nosotros mismos no le conocíamos o no le correspondiamos. Tengamos en cuenta, que cada vez que pecamos (yo incluido, estamos flajelando al señor o escupiendolo en la cara). Un fuerte abrazo