Iniciamos una serie de tres meditaciones para ayudar a que este tiempo de “confinamiento” sea tiempo de “discernimiento”, de experiencia espiritual. Discernimiento de aquello que experimentamos en nuestro interior personal, familiar o comunitario en este tiempo inesperado que ha roto nuestros modos cotidianos de estar en la vida, de estar en casa, en el trabajo, en el barrio y en la ciudad. Es la búsqueda, a través de todo ello, de lo que el Señor nos puede estar diciendo.
TODA BÚSQUEDA COMIENZA POR UNA PREGUNTA. En tiempo de tristeza, de perplejidad, de desconcierto, de incertidumbre, de miedo y de temor, de angustia… de “desolación” diría San Ignacio, ¿qué nos está diciendo el Espíritu de Jesús? En este tiempo nos planteamos delante del Señor y de los demás el sentido hondo de nuestro ser cristianos: ¿estamos en el seguimiento del Señor para la exhibición o para servir en lo oculto, en lo confinado, en lo invisible?
ATENDER AQUELLAS DINÁMICAS QUE GENERAMOS. En este tiempo debemos tener cuidado con generar y alimentar lenguajes de muerte, de desesperanza, de derrotismos, de lamentos y de gesticulaciones absolutamente inútiles… Es una trampa quedarnos delante de la tele o en las redes sociales, alimentando lenguajes alarmistas, agoreros… La situación es seria, pero no podemos confundir la seriedad con el morbo de regodearnos en la desgracia. Se trata de saber que si damos cabida a discursos de pesimismo o lamentos, alimentamos dinámicas de tristeza y desesperanza y la desolación aumentará.
REACCIONAR POSIBILITANDO ALTERNATIVAS. De modos muy sencillos y humildes podemos caer en la cuenta de que este tiempo nos puede permitir hacer pequeñas cosas que en otros momentos ni se nos ocurre. Preocuparse por los vecinos que muchas veces ni sabemos quienes son, qué amigos necesitan un poquito más de comunicación o preocupación por ellos, leer aquello que arrinconé en su momento, jugar un poco más con los críos, desempolvar aquel álbum de fotos de los abuelos que los hijos ya no saben ni quiénes son…
ES TIEMPO DE RECUPERAR EL AGRADECIMIENTO. ¿Caemos en la cuenta de corazón y en verdad que en nuestra cultura nos habíamos apropiado de todos los dones y ya no sabíamos vivir en acción de gracias? En este tiempo aprendemos, de un modo duro es verdad, que seguir al Señor no es sólo hacer cosas, santas y buenas, sino un modo de estar en la vida, un modo de sentir, de valorar, de decir, de mirar… Es tiempo de agradecer, que tenemos un techo, que tenemos un sistema sanitario de lo mejor, que tenemos gente con la que contamos… Eso lo vivíamos como normal y ahora nos damos cuenta que de normal nada, que somos humanos y vulnerables como toda criatura y cultura, creíamos que los problemas sanitarios, de suministros estaban en otros continentes. Esa creencia nos ha llevado a vivir “en soberbia y gloria vana”, que los europeos éramos otra cosa, que nosotros ya habíamos llegado a donde íbamos. San Ignacio nos diría no olvidemos que nuestra vida es agradecimiento y servicio, y el servicio ahora es no convertirnos en el centro de la casa sino no perder sensibilidad para con el que tenemos al lado.
ES TIEMPO DE REVISAR, EXAMINAR. No es tiempo de buscar “chivos expiatorios” sino de estar correcta y responsablemente informados, San Ignacio diría de “mucho examinar”. Podemos pasar del “qué está pasando” al “quién tiene la culpa” que siempre lleva a linchamiento. Ya hemos dicho que la situación es seria y tenemos que estar bien informados pero no podemos regresar a estadios míticos de buscar culpables por todos lados. Eso deja las cosas igual, no soluciona nada pero pone en mucho peligro que nos fracturemos como sociedad: gobierno-gobernados, culpables-inocentes, victimarios-victimas, puros-impuros, responsables-irresponsables… No es momento de focalizar la desolación, que es verdad que lleva consigo un poco o un mucho también de rabia, sino de saber lo que está pasando, sabiendo que toda realidad es endiabladamente compleja. ¡Cuidado con los tópicos!
ES TIEMPO DE INSTAR MÁS EN LA ORACIÓN. Es tiempo de orar todo lo que está pasando desde lo que el Señor pasó. No está mal poder acercarnos al Señor estos días desde la oración, pero sabiendo que oración es también una jaculatoria muy sencilla, desde la lectura del evangelio, desde la petición que siempre hace que surjan nuestros mejores deseos. San Ignacio nos está diciendo que es tiempo de no alimentar lenguajes tóxicos, de depurar nuestra motivación en el seguimiento, de vivir en acción de gracias, de saber lo que pasa y orarlo. Si examinamos y oramos se nos van a ocurrir cosas muy evangélicas por sencillas, “menos lamentos y hacerle la vida un poco más fácil al que me rodea” en la familia, comunidad, vecindad, trabajo.
Toni Catalá SJ