Sin duda lo que más caracteriza ese largo proceso que llamamos madurar es la toma de decisiones, tener que optar. Hay decisiones que cuando se producen nos parece que nos estamos jugando la vida en ellas, pero la perspectiva del tiempo nos muestra que no eran para tanto. Las decisiones van creciendo en importancia; especialmente cuando comprometen el futuro: estudios, profesión, pareja, vivir como pienso y para ello pensar cómo vivir.
Este sí que se va convirtiendo en un momento crítico, las decisiones que tomemos estarán destinadas a dejarnos tranquilos, a contentar a los que están a nuestro lado, o a dar salida a nuestras convicciones más profundas.
“Y ahora, ¿qué hago?”, es la pregunta que se hacen muchos jóvenes que han concluido su etapa de estudios y se encaminan hacia la vida adulta. Una pregunta que sitúa ante el momento de tomar decisiones.