«Al atardecer decís: va a hacer buen tiempo, pues el cielo está rojo. Por la mañana decís: hoy seguro llueve, pues el cielo está rojo oscuro. Sabéis distinguir el aspecto del cielo y no distinguís las señales de los tiempos» (Mateo 16:2-3). Estas palabras de Jesús ante aquellos fariseos que le quisieron poner a prueba es un zarandeo para todos aquellos que son incapaces de reconocer lo evidente.
Quizá creamos tener más facilidad para reconocer esa incapacidad en los demás al sentir, de alguna manera, que nosotros somos más espabilados y clarividentes. Pero, si somos honestos con nosotros mismos podemos, al menos aceptar, que tenemos un ángulo muerto, una zona de nosotros que no alcanzamos a ver porque no queremos, no sabemos o no podemos.
La negación, el rechazo o la ignorancia de esa zona en sombra alimenta dinámicas que nos complican la vida y se la complica a los demás. Se transforma en empecinamiento, en bloqueo y rigidez pero también en desconcierto de los demás que no saben cómo decirnos las cosas para que nos demos cuenta.
Unos nos dejarán por imposible. Otros, llenos de buena voluntad, lo intentarán y sucumbirán. Los habrá que nos darán la razón como a los locos. Quizá tendremos la suerte de contar con esa persona, inasequible al desaliento, que no quiere dejarnos en el engaño del que nos hemos convencido. No les dejemos a ellos todo el peso, pongamos de nuestra parte para salir de esas tozudeces de niños incomodados…. ganaremos en libertad y los demás, en tranquilidad.