Domingo 1 de Adviento. Ciclo C (Lucas 21, 25-28. 34-36)
“Se acerca vuestra liberación”: con esta promesa de Jesús comienza el tiempo de Adviento. Una promesa repetida una y mil veces en la historia humana por multitud de falsos “liberadores” y una promesa una y mil veces fallida y no sólo fallida sino pervertida en mil formas de esclavitud. Porque la auténtica liberación no es la que se promete o se da desde fuera (a veces a un precio muy alto), sino es la que nace de dentro, de una conversión del corazón que se libera de esclavitudes exteriores y de pasiones interiores: “que no se os embote el corazón”.
El evangelio de hoy es, en primer lugar, una invitación a examinarnos sobre nuestro grado de libertad. Una libertad que tiene que ver no tanto con lo que nos sucede inevitablemente, en todos los órdenes de la vida, sino con la manera en que cada uno de nosotros afrontamos eso que nos sucede. Ante los mismos hechos y acontecimientos las respuestas pueden ser muy distintas. Una libertad interior que tiene que ver con la no dependencia de opiniones ajenas, de juicios humanos, de prestigios concedidos.
Quien hoy nos hace esta promesa de liberación es Jesús, “el hombre libre”. La fiabilidad de la promesa que escuchamos al comenzar este Adviento radica fundamentalmente en quien nos la hace: alguien libre que siempre actuó con libertad. Libre para proclamar la verdad de un Dios Padre que no se cansa de perdonar a ninguno de los hijos que traicionan su amor; libre para aliviar el sufrimiento de las personas en cualquier lugar, día y circunstancia frente a legalismos inflexibles y amenazas de los leguleyos; libre para denunciar injusticias e hipocresías de los que utilizando lo sagrado maltrataban a los pobres. Libre, en consecuencia, con la suprema libertad de entregarse por amor al Padre y a sus hermanos.
Jesús, el “hombre libre” nos enseña en su vida y persona y en su evangelio el camino de la libertad. Una libertad que es un horizonte vital hacia el que vamos caminando día a día y en el que vamos creciendo por su gracia y con nuestra colaboración. Y este camino hacia la libertad es el que comenzamos a contemplar en el tiempo de Adviento y Navidad y que seguiremos contemplando a lo largo del año litúrgico que comienza este domingo.
Es un camino bien peculiar que tiene muy poco que ver con el show en el que socialmente se ha convertido la Navidad. San Ignacio lo presenta de un modo radical en los Ejercicios: “nacido en suma pobreza, para después de tantos trabajos de hambre y de sed, de calor y de frío, de injurias y afrentas, morir en cruz”. La libertad auténtica pasa por la abnegación de uno mismo que deja paso al amor auténtico, por la humildad que libera de falsas pretensiones y de esclavitudes de imagen, por la pobreza y el amor a los pobres que nos desposeen de tantas falsas necesidades y agobios.
Darío Mollá, SJ