Salvados

«Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?» (Jn 21,15).

Después de comer, Jesús invita a Pedro a dar un paseo y la única palabra es una pregunta, una pregunta de amor: ¿Me amas? Jesús no va al reproche ni a la condena. Lo único que quiere hacer es salvar a Pedro.

Lo quiere salvar del peligro de quedarse encerrado en su pecado, de que quede «masticando» la desolación fruto de su limitación; salvarlo del peligro de claudicar, por sus limitaciones, de todo lo bueno que había vivido con Jesús. Jesús lo quiere salvar del encierro y del aislamiento.

Lo quiere salvar de esa actitud destructiva que es victimizarse o, al contrario, caer en un «da todo lo mismo» y que al final termina aguando cualquier compromiso en el más perjudicial relativismo.

Quiere liberarlo de tomar a quien se le opone como si fuese un enemigo, o no aceptar con serenidad las contradicciones o las críticas. Quiere liberarlo de la tristeza y especialmente del mal humor.

Con esa pregunta, Jesús invita a Pedro a que escuche su corazón y aprenda a discernir. Jesús interrogó a Pedro sobre su amor e insistió en él hasta que este pudo darle una respuesta realista: «Sí, Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero» (Jn 21,17).

Extracto del discurso de Francisco en Chile, enlazar