Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo

Domingo de Pentecostés

Lo que las seguidoras y seguidores de Jesús han vivido con Jesús en poco más de un año ha sido mucho, muy intenso y muy fuerte. Desde que lo conocieron, al poco tiempo de que dejará el grupo de Juan el Bautista y comenzará a anunciar por su cuenta “la Buena Noticia del Reino y curar todo achaque y enfermedad del pueblo”, la vida les ha cambiado radicalmente.

El pasar de Jesús por los caminos de la Galilea haciendo el bien, la experiencia traumática de su ejecución, vivida con una fidelidad dolorosa pero inquebrantable, el reencontrase pacificados porque experimentan que se les hace presente como el que Vive, les ha abierto la vida, los ha recolocado radicalmente, se han llenado de Vida, Fortaleza, Compasión y Esperanza. La comunidad reconvocada se experimenta como que de ella surge un manantial de agua viva que no se agota, ríos de agua fresca, abundante, limpia (Jn 20, 19-23)

Quieren dar razón de lo que están viviendo, quieren comunicarlo, compartirlo, quieren generar vida. Desean abrirse a todas las criaturas para vivificarlas, para expresarles con la palabra y el gesto, al igual que Jesús hizo, que la muerte no es lo definitivo, que sus redes no tienen poder, que el futuro, presente ya en todo lo vivido con Jesús, se teje en las dinámicas de compasión, de alivio, de sanación. Recuerdan la vieja profecía de Ezequiel (Ez 37, 1-14), y lo que están viviendo es lo que el profeta vio: los huesos resecos, lo mortecino, lo acabado, lo fracasado está cobrando vida, vuelve a tener carne, sangre, nervio y sobre todo ESPIRITU SANTO, un no sé qué, que lo vivifica todo, que lo alienta todo.

Lo que están viviendo les va llevando a experimentar que la vieja palabra “dios” no les da de sí para expresar todo lo que están viviendo. De un modo insospechadamente creativo empiezan a orar, a bautizar a vivir en el Nombre del Padre, del Hijo y del Santo Espíritu. El Espíritu de Jesús les mete en la entrañas del Compasivo. Dios es un ámbito de Compasión y de Vida. El Espíritu de Jesús les hace de la familia de Dios. Pelean con las palabras porque quieren decir lo nuevo: Dios no es una amenaza, no es un chantajista, no es un Poder aplastante es el “Padre amoroso del pobre… es descanso…tregua… brisa… consuelo en los duelos” (Secuencia domingo)

El Espíritu de Jesús que es también el del Dios Vivo, vivido como Madre-Padre, los y nos hermana. Empiezan a entenderse desde la diversidad, “cada uno los oía hablar en su propia lengua”(Hch 2, 1-11) , caen en la cuenta que la diversidad es riqueza pero una diversidad sin fronteras, sin identidades excluyentes, el Compasivo no es un dios étnico o tribal (1Co 12,3b-7.12-13) no es legitimador de dinámicas de dominio sino es el que hace posible vivir la diversidad de culturas como riqueza al tiempo que se percibe que todos “formamos un solo cuerpo… una única humanidad”.

Se nos da el Espíritu del “Padre y del Hijo”, pero no se nos da como posesión, como propiedad. Se nos da para que, como Iglesia, seamos, sacramento, signo, de comunión entre culturas y pueblos, el Espíritu. Pidamos al Santo Espíritu, el que “infunde calor de vida en el hielo”, para que hagamos este mundo nuestro un poco más cálido.

Toni Catalá SJ