¿Qué buscáis?

Segundo domingo tiempo ordinario. Ciclo B (Jn 1,35-42)

Alrededor del grupo de Juan el Bautista se empieza a rumorear sobre Jesús de Nazaret. Juan ha dejado bien claro que él no es “el que ha de venir”, que él no es el camino hacia el futuro de Dios sino el que lo prepara, siempre se ha estado refiriendo a otro. Jesús de Nazaret debió empezar a ser reconocido en este ambiente. Algo aconteció en su Bautismo porque se le ve con fuerza y con deseos de lanzarse por los caminos de su tierra a proclamar que el tiempo anunciado ha llegado, “que se ha cumplido el tiempo”. No debe dejar a nadie indiferente.

Dos seguidores de Juan se acercan a Jesús, parece que Juan el Bautista capta que Jesús está tocado por el Espíritu y empieza a señalarlo dentro del grupo como un hombre cabal y fiel al Dios de los Padres, y Jesús les pregunta “¿qué buscáis?”. Estas son las primeras palabras que Jesús pronuncia en el evangelio de Juan, palabras que también nos dirige a nosotros cuando hoy nos acercamos a él. ¿Qué buscamos cuando nos acercamos a la Buena Noticia, cuando nos acercamos al Nazareno? La respuesta es personal y comunitaria. Es personal porque nadie puede responder por otro y comunitaria porque todo encuentro nos lleva a salir de nosotros mismos.

Esta pregunta de Jesús es fecunda, muy fecunda, porque sin interrogatorios coactivos, sin manipulaciones de lenguaje ni rodeos sofisticados nos lleva a preguntarnos por nuestros deseos y anhelos más hondos, nos lleva a que afloren nuestras autenticas intenciones en nuestro estar en la vida. Es una pregunta sanadora, que nos lleva a plantearnos la vida, a asumirla responsablemente, a vivirla y que no nos la vivan.

Le preguntan “¿dónde vives?”, no le preguntan quién es ni qué dice, sino que le preguntan por su modo de estar en la vida, por su modo de ubicarse, por su modo de “colocar” su vida en este mundo nuestro. La respuesta de Jesús es clara: “venid y los veréis”. Es como decirles que viendo dónde y cómo vive van a entender qué es lo que pretende. No me cansaré de repetir que el evangelio es vida, toca vida, que es un modo de estar en la vida. Conmueve el percibir que este primer encuentro no es un encuentro para debatir ideas mesiánicas, para cavilar sobre si el final de los tiempos está cerca o deja de estarlo, sino para ponerse en camino y “ver”.

No nos dice el relato qué vieron, nos dice que se quedaron con él ese día, nos dice que a partir del estar con él lo siguieron. Uno de ellos, Andrés, se encontró con su hermano Pedro y tan sólo le dijo: hemos encontrado al Mesías”. El pasar el día con Jesús los llevó a percibir que era el Ungido, el regalo del Padre, el que tenía que venir.

No hay ningún discurso en este relato que les cambió la vida a estos tres hombres, tan solo “dónde vives”, “venid y veréis”, “fueron”, “serían las cuatro de la tarde”, “y lo llevo a Jesús”, “Jesús se le quedó mirando” … Sólo en la medida que aceptemos el “venid y lo veréis” en nuestras vidas y nos pongamos en camino entenderemos que pasó ese día. “Todo empezó con un encuentro” dice el sabio teólogo dominico E. Schillebeeckx.

Toni Catalá SJ