¿Qué aporta el Centro Arrupe?

En el curso 2014-15 planteamos que el Centro Arrupe se fuera convirtiendo en un «espacio de vida». Desde entonces hemos ido dando pasos para que aquella visión se fuera haciendo realidad. Tres años después, la transformación en un espacio así va tomando forma y concretando en distintas realidades: grupos de reflexión, de formación, de espiritualidad que acogen a personas que buscan, movidos por distintos motivos, un espacio como el Centro Arrupe:

  • Los universitarios que se reúnen semanalmente en los grupos de vida cristiana
  • Las personas separadas y divorciadas que forman parte del programa SEPAS
  • El grupo de oración que se reúne todos los viernes en la capilla del Centro Arrupe
  • El Centro de Escucha con su proyecto de la «Escuela de Escucha» que se realiza todos los viernes
  • El grupo de educadores que se han empezado a reunir mensualmente para reflexionar sobre  las tradiciones educativas que han puesto a “la persona y el compromiso social” en el centro de las prácticas profesionales con el horizonte pedagógico de la justicia social.
  • La comunidad cristiana que se reúne todos los domingos para celebrar la Eucaristía
  • El grupo de meditación, «Los amigos del desierto», que se reúne semanalmente en nuestra capilla
  • Los responsables de distintos movimientos de familia que forman parte del proyecto «Laicos en familia» que impulsamos y acompañamos desde el Centro Arrupe
  • La Coordinadora de Pastoral Educativa en la que participan responsables de Pastoral de distintos Colegios para un conocimiento mutuo y una mejor coordinación de proyectos.
  • Las personas que realizan los Ejercicios en la Vida Diaria
  • Los grupos de Iniciación a la experiencia de Dios que se reúnen quincenalmente
  • El grupo de jóvenes profesionales que están participando en un programa de formación que les ayude a integrar la fe en la vida pública y profesional

Lo nuestro es ayudar a que realidades como éstas sean posible en nuestra ciudad, acompañando procesos de reflexión y formación, generando ámbitos donde la fe pueda ser significativa y alentadora, posibilitando un laicado activo, aportando ese estilo de ser persona y creyente que inspira la espiritualidad ignaciana.