Pascua universitaria

Noelia Jiménez y Amparo Martí son dos jóvenes de los grupos universitarios en el Centro Arrupe. Esta Semana Santa han participado en la Pascua Juvenil. Comparten lo que ha sido para ellas esta experiencia. Tras lo que cuentan, no hay sólo una crónica de actividades sino la posibilidad de una comunidad juvenil que se reconoce convocada a celebrar la Pascua e ir descubriendo lo que supone para su vida cotidiana.

«Como cada año, nos reunimos para partir hacia Nazaret (Alicante). Teníamos las expectativas altas. Llevábamos con nosotras la ilusión y las ganas de empezar una nueva experiencia.

Empezamos el Jueves Santo con el testimonio de Joaquín Solá, un hombre que desde bien joven decidió formar parte de la Compañía de Jesús para ayudar a los demás. Su mayor preocupación eran las personas en exclusión social y cada una de ellas formaban parte del puzzle de su vida compuesta de las experiencias vividas. Afirmaba que ese puzzle nunca se terminaba y que cada uno de nosotros debíamos buscar nuestra vocación para ir completando el nuestro. Para seguir con la dinámica del jueves santo, realizamos durante la Eucaristía el lavatorio de pies, un gesto que hizo Jesús a sus discípulos como signo de servicio al mundo y a la Iglesia. Para acabar, se nos ofreció la oportunidad de tener un momento de silencio interior para poder pensar sobre nosotros mismos y donde el Señor nos hablaba especialmente. Un momento de tranquilidad, silencio y paz.

Nos introducimos en el Viernes Santo con una frase que nos guió durante el día: UN HOMBRE ESTÁ MURIENDO Y NO HACE RUIDO. Gracias a esto y a la experiencia del Vía Crucis nos dimos cuenta de que aquello que pasó en la época de Jesús sigue estando presente hoy en día en nuestro mundo. El sufrimiento y el dolor de las personas llega a nuestra sociedad y nosotros no logramos cambiarlo. Por la noche compartimos la muerte de Jesús en la parroquia de San Agustín con otras personas y pudimos sentir su sufrimiento contemplando la cruz entre concertinas. Aquí pudimos reflejar las injusticias que tanta gente sufre hoy en día y tuvimos la oportunidad de reconciliarnos con Jesús y sentirlo más presente.

El Sábado Santo nos preparamos  para la Resurrección de una forma más especial: descubriendo a los demás. Con este fin, realizamos el camino de Emaús, un camino en el que por parejas compartimos nuestras preocupaciones con una conversación cercana y sincera. La celebración de esa noche fue muy emotiva ya que conmemoramos la Resurrección del Señor. En esta Eucaristía recordamos que los momentos de sufrimiento se ven recompensados gracias al amor de Jesús en nosotros.

Durante estos días, hemos formado parte de grupos de reflexión donde compartimos cómo nos sentíamos y lo que nos había transmitido cada experiencia.

Concluimos que de esta Pascua nos llevamos un tiempo de reflexión sobre nuestra fe y nuestra vida, nuevos amigos y personas con las que poder contar. Damos las gracias a músicos, equipo de cocina, acompañantes, al colegio de Nazaret y sobre todo a las Escuelas por habernos dado, una vez más, la posibilidad de vivir una Pascua tan cercana a Jesús.