Palabras para Sara

Durante su visita a Turín, Francisco siguió dialogando con los jóvenes. En esta ocasión fue con Sara. Juntos miraron la realidad y Francisco no le ocultó todas aquellas situaciones que nos hacen pensar: «¿vale la pena vivir así? ¿Qué puedo esperar de esta vida?».

«Gracias a ti, Sara, apasionada del teatro. Gracias. «Pienso en las palabras de Jesús: dar la vida». Hemos hablado de ellas ahora. «A menudo respiramos un sentido de desconfianza en la vida». Sí, porque hay situaciones que nos hacen pensar: «Pero, ¿vale la pena vivir así? ¿Qué puedo esperar de esta vida?». Pensemos, en este mundo, en las guerras. Algunas veces he dicho que estamos viviendo la tercera guerra mundial, pero a pedazos. A pedazos: En Europa hay guerra; en África hay guerra; en Oriente Medio hay guerra; en otros países hay guerra…

Pero, ¿puedo tener confianza en una vida así? ¿Puedo fiarme de los dirigentes mundiales? Cuando voy a dar el voto a un candidato, ¿puedo confiar en que no lleve a mi país a la guerra? Si solamente te fías de los hombres, ¡has perdido! A mí me hace pensar una cosa: gente, dirigentes, empresarios que dicen ser cristianos, y ¡fabrican armas! Esto causa un poco de desconfianza: ¡dicen ser cristianos! «No, no, padre, no fabrico, no, no… Solamente tengo mis ahorros, mis inversiones en las fábricas de armas». ¡Ah! ¿Y por qué? «Porque los intereses son un poco más altos…». Y también tener dos caras es moneda corriente hoy: decir una cosa y hacer otra. La hipocresía…

Pero veamos qué sucedió durante el siglo pasado: en el año 14, 15, concretamente en el 15. Se produjo la gran tragedia de Armenia. Muchos murieron. No sé la cifra: más de un millón, ciertamente. Pero, ¿dónde estaban las grandes potencias de entonces? Miraban hacia otra parte. ¿Por qué? Porque estaban interesadas en la guerra: ¡su guerra! Y estos que mueren, son personas, seres humanos de segunda clase. Después, en los años treinta-cuarenta, la tragedia de la Shoah. Las grandes potencias tenías las fotografías de las líneas ferroviarias que llevaban los trenes a los campos de concentración, como Auschwitz, para asesinar a los judíos, y también a los cristianos, también a los gitanos, también a los homosexuales, para asesinarlos allí. Pero dime, ¿por qué no lo bombardearon? ¡El interés! Y algo después, casi contemporáneamente, los gulags en Rusia: Stalin… ¡Cuántos cristianos sufrieron, fueron asesinados! Las grandes potencias se dividían Europa como una torta. Tuvieron que pasar muchos años antes de llegar a «cierta» libertad. Existe la hipocresía de hablar de paz y fabricar armas, e incluso vender armas a este que está en guerra con aquel, y a aquel que está en guerra con este.

Comprendo lo que dices de la desconfianza en la vida; también hoy estamos viviendo en la cultura del descarte. Porque lo que no tiene utilidad económica, se descarta. Se descarta a los niños, porque no se conciben o porque los asesinan antes de que nazcan; se descarta a los ancianos, porque no sirven y los abandonan para que mueran, una especie de eutanasia escondida, y no los ayudan a vivir; y ahora se descarta a los jóvenes: piensa en ese cuarenta por ciento de jóvenes aquí, sin trabajo. ¡Es precisamente un descarte! Pero, ¿por qué? Porque en el sistema económico mundial el hombre y la mujer no están en el centro, como quiere Dios, sino el dios dinero. Y todo se hace por dinero. En español existe un hermoso dicho que reza así: «Por la plata baila el mono».

Y así, con esta cultura del descarte, ¿se puede confiar en la vida con ese sentido de desconfianza que aumenta, aumenta, aumenta? Un joven que no puede estudiar, que no tiene trabajo, que tiene vergüenza de no sentirse digno porque no tiene trabajo, porque no se gana la vida. Pero, ¿cuántas veces estos jóvenes terminan en las dependencias? ¿Cuántas veces se suicidan? Las estadísticas sobre suicidios de jóvenes no se conocen bien. O cuántas veces estos jóvenes van a luchar con los terroristas, al menos para hacer algo, por un ideal. Comprendo este desafío. Y por eso Jesús nos decía que no pongamos nuestra seguridad en las riquezas, en los poderes mundanos. ¿Cómo puedo confiar en la vida? ¿Cómo puedo hacer, cómo puedo vivir una vida que no destruya, que no sea una vida de destrucción, una vida que no descarte a las personas? ¿Cómo puedo vivir una vida que no me desilusione?»