Domingo de la Pasión – Ciclo C (Lucas 22,14–23,56)
La celebración de este domingo nos invita a meditar la Pasión de Jesús según San Lucas. Mi primera recomendación es que no circunscribamos esa meditación al día de hoy: un texto tan importante merece ser orado a lo largo de varios días para asomarnos a toda su riqueza. Y, en consecuencia, mi comentario de hoy va a ser ofrecer algunas claves para la contemplación de la Pasión de Jesús en su conjunto; claves que también pueden ser útiles para acercarnos al texto de la Pasión según San Juan que escucharemos en la celebración del Viernes Santo, aunque el enfoque de la Pasión en cada uno de esos dos evangelios es diverso.
La primera de esas claves, no por obvia menos necesaria de ser notada, es señalar que el centro de nuestra contemplación de la Pasión ha de ser, como en el resto del evangelio, la persona de Jesús. Son muchos los personajes que intervienen en el drama de la Pasión: Anás, Caifás, Pilato, Herodes… por una parte, y por otra Judas, Pedro, María, Juan… Todos ellos tienen su papel y su mensaje para nosotros. Pero no nos podemos distraer: la Pasión es la Pasión de Jesús o, mejor aún, el centro de nuestra contemplación ha de ser Jesús en la Pasión y lo que Él va viviendo y enseñándonos en cada uno de sus momentos.
Una segunda clave también es importante en nuestra contemplación de la Pasión. Se trata de leer la Pasión de Jesús en clave de entrega y no en clave de sufrimientos, por muchos e impresionantes que sean los sufrimientos, exteriores e interiores, de Jesús en su Pasión. Lo trascendente en la Pasión no es que Jesús sufre (y mucho…) sino que Jesús se entrega, completamente, por todos y cada uno de nosotros. Nos salva no su sufrimiento, sino su entrega. Y la invitación que la Pasión nos hace a cada uno de nosotros no es una invitación a sufrir, sino una invitación a entregarnos, a darnos. Lo cual no estará exento muchas veces de sufrimiento interior o exterior.
Contemplar a Jesús en la Pasión proyecta nuestra mirada y nuestro corazón en dos direcciones:
La Pasión no es la última palabra del evangelio: la última palabra es la Resurrección. Y la esperanza en la Resurrección es la fuerza para sobrellevar nuestra propia Pasión y para luchar contra tantas Pasiones de nuestro mundo.
Darío Mollá SJ
Un millón de gracias por el envío