Os haré pescadores de hombres

Domingo 3º del Tiempo Ordinario – Ciclo B (Mc 1,14-20)

Jesús sigue invitando a seguirle para anunciar la Buena Noticia [el evangelio] de Dios, para proclamar que el Reino de Dios está llegando porque se ha cumplido el tiempo de la espera. Lo anunciado por Juan empieza a llegar: el tiempo de la salvación, la visita sanadora de Dios a su pueblo, para testificar que el Reino que viene es “de paz y justicia, de vida y verdad, de amor y de gracia”.

Para Jesús, Dios es “Buena Noticia”, es bendición, amor incondicional… Desde el bautismo, para Jesús, Dios es el que pretende “reunir a sus hijas e hijos como la clueca reúne baja las alas a sus pollitos”. ¡Qué lejos de la imagen del bautista de un Dios que viene “para poner el hacha en el árbol”!

Este Reino no es, ni mucho menos, una proclamación doctrinal, es un nuevo modo de estar en la vida, es una nueva manera de relacionarse con el Dios de la Vida y sus criaturas. Cuando Jesús invita al seguimiento les dice a aquellos pescadores del lago de Galilea que ahora “os haré pescadores de hombres”. Jesús les va a cambiar la vida, va a hacer de su vida una vida causa de alivio y liberación para las criaturas.

El pueblo judío nunca fue un pueblo navegante, tiene horror al mar. El mar abierto es uno de los miedos mas ancestrales en los humanos. El mar es el lugar de la oscuridad, el mundo inferior, el mundo del caos. Es el lugar de los monstruos marinos (Sal 74), es el lugar en donde mora el Leviatán “la serpiente tortuosa, el monstruo del mar” (Is 27,1) “Pescar hombres” es sacar a las criaturas del sinsentido y del caos para que se recuperen en su dignidad de criaturas de Dios, para que puedan salir a la tierra de la luz, del sentido, de la bendición… eso es Reino de Dios.

No confundamos el mar, lago, de Galilea en donde pescan los discípulos, [total unos 21 Km de largo por 12 Km de ancho], con el “Mar”, pequeños detalles que nos ayudan a disfrutar del evangelio. La misión a la que también, hoy nos sigue invitando el Señor Jesús es a generar ámbitos, espacios, recintos, en donde la gente pueda salir de los “mares” de hoy para encontrar “motivos para seguir esperando” como decimos en la celebración de la Eucaristía.

El anuncio del Reino siempre es “decir” y “hacer”, “hacer” y decir”, anunciar y sanar. Hoy tenemos que ser lucidos para reconocer qué “mares”, qué tinieblas, miedos, oscuridades nos atormentan para poder pedir al “Señor del mar”, al que anda sobre las aguas, que nos saque, como hará con Pedro, del hundimiento.

Es verdad que en nuestra cultura “el mar” es otra cosa, pero también es verdad que el Evangelio, al tocar vida, toca dimensiones de realidad que siempre están presentes. Hoy son muchas las situaciones caóticas tanto personales como ambientales que nos amenazan en nuestra propia humanidad, pero nos falta la humildad para reconocer que solos no podemos salir de esas situaciones, lo que más que podamos es estar chapoteando hasta el agotamiento. Yo no quiero que nadie me eche un “salvavidas” porque tarde o temprano me pasará factura, el único Salvador de Vidas es Jesús que se sumergió en las aguas turbulentas de nuestra condición humana para sacarnos del sinsentido y llevarnos a la luz. Ahora entendemos que el libro del Apocalipsis cuando visualiza el futuro de Dios nos diga “el mar no existe ya” (Ap 21,2). La pesadilla terminará en el abrazo del Compasivo.

Toni Catalá SJ