No tienen vino

Domingo 2º Tiempo Ordinario – Ciclo C (Juan 2, 1 – 11)

No pocas veces asociamos el seguimiento de Jesús a palabras muy solemnes y actitudes muy heroicas. No es que eso sea falso, pero también es verdad que en el día a día el auténtico seguimiento de Jesús se juega y se manifiesta en algo aparentemente (sólo aparentemente…) más sencillo: un modo de ir por la vida. Y el evangelio de hoy, que narra un sencillo hecho cotidiano protagonizado al alimón por María y por Jesús, y que se sintetiza en esta frase tan banal (aparentemente…): “no tienen vino” es un buen ejemplo del modo evangélico de ir por la vida.

Una primera característica de ese modo evangélico de ir por la vida es ir “atentos”, fijándose en lo que sucede y se vive cerca de nosotros. Que es lo contrario de un caminar vital narcisista, ensimismado, que sólo tiene ojos para uno mismo y para lo que a uno le pasa o le preocupa. ¿Cómo se dio cuenta María de que no tenían vino? No parece que fueran los novios ni nadie del servicio a decírselo, sino que observaría rostros o signos de inquietud en unos y otros y a partir de ahí sacaría esa conclusión: está fallando algo importante en esta boda.

A la atención de María sigue su sensibilidad. Porque no basta darse cuenta. María podría haberse desentendido del problema con aquello tan manido de “no es mi problema” o “ya se apañarán” o “no hay para tanto”… Pero María no se queda en el hecho sino que cae en la cuenta de cómo ese hecho afecta a las personas y cómo ese “no tienen vino” podría estropear la fiesta y la alegría de los novios en la fiesta y el día más importante de su vida. Sensibilidad para ponerse en la piel de la otra persona, sin desentenderse, sin juzgar.

La sensibilidad de María queda afectada por lo que puede ser una causa de tristeza para los novios y de resultas de ello María se implica. Tampoco se queda en el “yo no puedo hacer nada”, “qué más quisiera”… Efectivamente, ella no puede hacer nada, pero no se queda paralizada sino que acude a quien sí puede hacer: su hijo Jesús. Y le implica a Él. A pesar de sus resistencias iniciales… Jesús debió captar que para su madre aquello era importante y también se implicó. Las tinajas de agua se convirtieron en vino.

Hay algo más que quiero destacar de esta escena: es un milagro para la alegría. No se trata aquí de curar de una enfermedad, de resucitar a un muerto, de dar de comer a una multitud hambrienta… Se trata sencillamente, y permitid que lo diga así, se trata de que no decaiga la alegría de una fiesta. Porque la alegría y la fiesta son importantes para Jesús, más allá de esa imagen tristona, lacrimógena y hosca que demasiadas veces hemos dado sus seguidores.

Darío Mollá SJ